Nuevo orden, la película del director mexicano Michel Franco, llega a las salas de cine este viernes, 19 de febrero. El filme se alzó con el León de Plata en el último Festival Internacional de Cine de Venecia y causó polémica desde el estreno de su primer tráiler siendo descrito como “clasista y racista”.
La historia de Franco, ambientada durante una boda de la alta sociedad interrumpida por un grupo de alborotadores violentos, le ha servido al director para retratar la brecha entre las clases sociales en México. En SensaCine charlamos con el realizador sobre la controversia generada por la película, sus referencias e influencias y los límites a la hora de mostrar la violencia en la gran pantalla.
¿Es difícil levantar, en términos de producción, una película como Nuevo orden?
¡Es difícil levantar cualquier película! Una como Nuevo orden… es casi imposible. Siempre anduve en la cuerda floja, durante todas las partes del proceso que implica hacer una película. Desde el propio guión, una vez lo tuve escrito pensé: "¿Cómo demonios vamos a poder hacer esto?”. El truco acabó siendo que todo el dinero que tuvimos, que no fue muchísimo, fuera empleado para que se viera en pantalla. Hay tres mil extras, muchos efectos visuales… había que hacer creíble un país que estalla en una violencia brutal.
No conozco el D.F., ¿las localizaciones son reales o jugamos en un terreno abstracto?
Son todo localizaciones reales. La boda se sitúa en El Pedregal, una zona de clase alta en el sur de la ciudad. Y el barrio de clase obrera está situado en Naucalpan, un municipio donde viven millones de personas de clase media-baja.
Viendo tus películas, las de Amat Escalante, algunas de Carlos Reygadas… Se da una visión de México muy dura, muy terrorífica.
México, como cualquier país, vive muchas realidades que conviven de manera cotidiana. Pero en México son muy extremas. La clase alta, una minoría de la población, vive con todo tipo de lujos. Por eso en la película puse la tienda de Louis Vuitton de la Avenida Presidente Masaryk, la calle más rica de todo México, totalmente destrozada. Y si desde ahí conduces diez minutos en coche, acabas en un barrio que es, digamos, tipo favela, donde todo es realmente diferente. Yo lo que busco es retratar las cosas tal y como son y darnos cuenta de lo equivocada que es la manera en que estamos viviendo. Es lo mínimo que le debemos a la gente que vive con carencias.
En Nuevo orden, así como ocurría en tu anterior Chronic (2015), depositas una mirada sobre la vida realmente desesperada.
Es la visión que tengo sobre la vida. No es algo exclusivo del retrato de México, aunque Chronic, antes de la llegada de Tim Roth a la película, sí estaba pensada para que se desarrollara en México. Aún así busco un mensaje universal, no local, aunque de un lado se llegue al otro.
Tus referencias, dentro del mundo del cine, no parecen ni mexicanas ni norteamericanas, sino más bien europeas: Haneke, Noé, algo de Buñuel, algo del Saló o los 120 días de Sodoma (1975) de Pasolini…
Te diría que el cine europeo y el asiático siempre es el que más me ha interesado desde adolescente. Mi favorito es Buñuel y creo que su mejor obra es la realizada en México. Aunque su mejor película y con la que ganó la Palma de Oro sí sería española: Viridiana (1961). Para mí es una de las principales referencias de Nuevo orden. Como también lo serían La vergüenza (1969) de Ingmar Bergman o La batalla de Argel (1966) de Gillo Pontecorvo. Soy de los que creen que el buen cine trasciende lo local. También me encanta el cine coreano, desde hace muchos años, no sólo por Bong Joon-ho y Parásitos (2019), con la que algunos han comparado Nuevo orden [ríe].
Es cierto que Buñuel trataba con mucho filo y mala baba las diferencias de clases en películas como Viridiana o El bruto (1953), pero en Nuevo orden es tan duro el retrato que sólo podemos hablar de víctimas y verdugos.
Puede ser cierto… [ríe] Pero yo te preguntaría cuántos héroes conoces en la vida real. Hay muy pocos… Eso es parte de nuestro problema. Para cambiar las cosas no hace falta solo voluntad. Mi protagonista, Marian [interpretada por Naian González Norvind], es muy ingenua, no se da cuenta de lo que sucede, por lo que sus ganas de ayudar no son suficientes.
Desgraciadamente, los gobiernos, los políticos, en casi todo el mundo, parece que sólo trabajan para censurar, para prohibir, para aplastar en lugar de para mejorar la vida de la gente. Así que si surge algún héroe, ya se encargan ellos de hacerlos desaparecer, matándolos o callándolos. Así que no es que falten héroes o personas con valores, es que los gobiernos los acallan. ¿Por qué en vez de ver lo que está mal y tratar de arreglarlo los gobiernos han invertido sus fuerzas en militarizarse y en crear más fuerzas de control? Ahí está la respuesta.
¿Te pones algún límite a la hora de poner en escena la violencia?
Si te fijas casi todas las escenas violentas en Nuevo orden cortan cuando están a punto de empezar. Y es así cómo lo rodé. No es que desechara en montaje secuencias más violentas. Lo duro en la película no es lo que se muestra, sino lo que sucede en la imaginación del espectador. También en las escenas posteriores a la violencia: vemos naturalezas muertas, cadáveres, ahorcados… y tú te imaginas lo peor, pero nunca has visto lo que realmente ha pasado. La psicología del espectador siempre tiende a imaginarse lo peor. Para mí lo más importante aquí es que la violencia nunca esté glorificada. Como en el cine que... ya sabes.
¿Cuál es la razón de esos cortes?
Si cuentas más de la cuenta el espectador queda anestesiado. Los balazos en la película se escuchan más que se ven, de ahí que se sientan más. Tú sientes de forma más profunda que han matado a alguien. En la mayoría de las películas hay muchísimos disparos, por lo que acabas insensibilizándote. Y yo buscaba algo mucho más realista.
Iñárritu, Haneke, Noé, Escalante… llevamos años hablando del “cine de la crueldad”. Una puesta en escena de la crueldad que agrede por igual a los protagonistas como al espectador, como si buscara su sufrimiento. ¿Nuevo orden encajaría en este contexto?
No. Si hay crueldad en mi película no es por la violencia expuesta sino porque no existe la justicia que el espectador quisiera ver. No es una película catártica que te permita irte a casa a dormir en paz. Eso lo hago para que el conflicto siga abierto en la mente del espectador y que la película pueda contribuir a la reflexión y a la discusión.
¿Cómo ha sido recibida en México la película?
[Ríe] Primero con mucho entusiasmo, cuando recibimos el premio en Venecia. Casi como si hubiéramos ganado un campeonato de fútbol. Pero en cuanto salió el tráiler la cosa se empezó a dividir y a causar mucha polémica. Ahí hubo mucha gente que, sin ver la película, la juzgó como clasista y racista, sin entender que la película critica precisamente eso.
Como el país ya se encuentra polarizado quisieron proyectar en la película los miedos, frustraciones y problemas que se viven en él, de nuevo, sin entender que la película critica eso. Yo sabía que eso iba a suceder. Si enfrentas a un país con sus problemas, está claro que mucha gente se va a enojar. Además de aquello de que “la ropa sucia se debe lavar en casa”. Luego en taquilla funcionó muy bien, tuvo medio millón de espectadores, fue realmente comercial. Ahora está funcionando muy bien en plataformas y hemos sido tendencia en redes sociales durante muchos días.
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