John Hughes necesitaba a alguien que liderara a sus adolescentes perdidos, contestatarios y anímicamente doblados. Fue entonces cuando apareció la pelirroja Molly Ringwald y el afilado ojo del realizador la acabó situando como protagonista de su ópera prima: 16 velas (la propia Ringwald cumpliría dieciséis años durante el rodaje). De la mano de Hughes la actriz realizó sus mejores películas, ya fuera con él como director (El Club de los cinco) o como guionista/productor (La chica de rosa), mientras que alejada de él, salvo éxitos efímeros con compañía de otros miembros del Brat Pack (Jóvenes ardientes), su carrerá empezó a desinflarse. La década de los noventa fue nefasta para la actriz, tras rechazar los papeles principales de Pretty Woman y Ghost se embarcó en tv movies olvidables (una temible adaptación de Stephen King basado en 'Apocalipsis' junto a Rob Lowe). Relegada a papeles autoparódicos o productos televisivos de baja estofa, la actriz disfrutó de un leve resurgir en Broadway interpretando obras como Cabaret o Un abril encantado.