Cuando Régis Roinsard (Populaire) descubrió que los 12 traductores de la novela Inferno, de Dan Brown pasaron 10 semanas en un búnker trabajando de 9 a 21 para evitar filtraciones, se escandalizó tanto que supo que ese sería el detonante para su próxima película. Así nació Los Traductores, que aunque se acabó en 2019 y ya se estrenó en EE.UU. y Francia, se estrena este fin de semana en 120 cines de toda España.
Para rodar este 'thriller', que se convierte en una caza de brujas para descubrir quién de ellos ha filtrado el libro, se esconde una dura crítica al sistema editorial. Pasó más de un año buscando a los 9 protagonistas de distintos países: tenían que hablar un buen francés, debían ser buenos actores y que fueran famosos en sus países. El español fue Eduardo Noriega, en un papel muy poco habitual en su registro. Cuando los encontró, entre ellos Olga Kurylenko o Alex Lawther, tuvieron que traducir diez páginas del libro a sus idiomas correspondientes para meterse el papel. La película habla de libros, de las nuevas tecnologías, y también de la explotación laboral y la dependencia tecnológica. Y el súper villano Eric Angstrom (Lambert Wilson), inspirado en personajes reales, es un gran editor.
El detonante de su historia es cómo se tradujo Inferno, de Dan Brown ¿hasta qué punto cuenta la historia original en Los Traductores?
Cuando leí que habían encerrado 12 traductores trabajando desde las 9 a las 9, y seguramente sin que les interesara ese tipo de literatura, me afectó mucho. Era una locura, como si un copyright hoy fuera el nuevo oro a preservar. Me pareció el germen para una idea interesante que llevar al cine. Así que empecé a investigar y contacté con una decena de traductores de 'bestsellers' de obras como Harry Potter para conocer bien las condiciones de su trabajo, aunque no quise hablar con los traductores de Inferno porque no quería que me condicionase tanto y quería tener más margen para la imaginación. Luego a ello le sumamos un nuevo ingrediente, el robo, que uno de ellos fuera un ladrón. Pero el objeto de robo era un copyright que nos daba margen para crear una película de género en la que se hace una reflexión sobre la sociedad actual y las condiciones de trabajo y el rol que las tecnologías juegan en todo esto.
La película es también una critica bestial al sistema editorial. El villano es un editor. ¿En qué se inspiró para ello y cómo la han recibido en el universo literario?
Desde el universo editorial no hemos tenido críticas feroces. En realidad no me inspiré en concreto en ningún editor o ninguna editorial, sino que me inspiré en los grandes jefes y empresarios de las grandes compañías, sus prácticas habituales con pocos escrúpulos y su obsesión por el dinero. Incluso hay un poco de los empresarios del mundo del cine con los que me he ido encontrando. Por ejemplo, mi villano está inspirado en Harvey Weinstein y en su manera sin escrúpulos de hacer negocios. Coincidí con él con mi primera pelicula Populaire, que se estrenó en EEUU, y tuve que tratar con él para mi proyecto. He retratado en un 'thriller' una manera de enfrentar el negocio y tratar a los artistas que hay detrás. Aunque existen excepciones y hay editores magníficos a quienes sí les interesa la literatura, hay también un lado muy oscuro como el que yo me encontré. He visto en el mundo de los negocios actitudes monstruosas en propietarios de editoriales o empresarios a muy alto nivel donde lo más importante es el dinero. No diré nombres, pero una editora me llegó a reconocer que su mayor sueño era terminar con los libros en papel porque le resultaba más caro imprimirlos que los digitales. Hay muchas personas de esta calaña en todas las industrias, en la literaria al menos yo me he tropezado con una decena de estos empresarios.
No diré nombres, pero una editora me llegó a reconocer que su mayor sueño era terminar con los libros en papel porque le resultaba más caro imprimirlos que los digitales.
Toda la trama está construida en torno a un libro superventas 'Dédalus', ¿llegaron a crear esa novela?
Creamos las primeras diez páginas de cada libro de la trilogía. Y es curioso porque el guión lo escribimos mucho antes del confinamiento y en la historia se refleja también un mundo asolado por un virus dos años antes de que ocurriera. Y un trabajo que hicimos con este libro es que cada actor tuvo que traducir esas primeras diez páginas de cada tomo a su idioma. Esto hizo que se pudieran meter en la piel de lo que suponía traducir un libro, y vivirlo, y también que tuvieran la novela en la cabeza. Teníamos que crear el libro para hacer creer a los espectadores que existíar. Me entrevisté con traductores y también con editores para poder construir el libro de forma verosimil.
Trabajó con 14 actores encerrados en un espacio reducido, y de ellos había actores de 9 países diferentes. ¿Qué fue lo más complicado del proceso de creación de la película?
El casting para encontrar a los actores fue muy largo, duró un año. Necesitábamos 9 actores de nacionalidades diferentes: china, griega, rusa, portuguesa, española, italiana, inglesa, alemana y danesa. Debían ser buenos actores y tenían que hablar muy bien francés. Incluso en países francófilos, como Grecia, nos costó conseguir buenos actores con buen nivel de francés, tardé seis meses en dar con uno. Para la actriz portuguesa después de descartar a gran parte de la comunidad portuguesa de París viajé a Lisboa para encontrar a mi actriz. Además, necesitaba que fueran actores de renombre en sus países: y cuando conseguí a Eduardo Noriega y Olga Kurylenko, ya tuve una base firme para el resto.
Para la actriz portuguesa después de descartar a toda la comunidad portuguesa de París viajé a Lisboa para encontrar a mi actriz
¿Cómo logró que hubiera buena química entre ellos?
Buscamos espacios de convivencia. Les pedí que hablaran siempre en francés, pero lo hacían de forma natural. Y tuve suerte porque tenían mucha curiosidad por descubrir a sus compañeros de rodaje. Querían saber más los unos de los otros, de sus países, de su cultura, vivimos grandes debates entre el actor francés y el inglés sobre Europa, o sobre la inmigración. Y luego en el set de rodaje y en los ensayos jugaban un papel muy activo incluso en algunos momentos ellos dirigían la película y eran ellos mismos los que autoimponían repetir escenas. Fuimos creando vínculos entre ellos y creando esa relación como de amigos de viaje. Antes de rodar vimos juntos la película de El Club de los Cinco, en la que un grupo de adolescentes quedan atrapados en su instuto castigados un sábado. Era algo parecido a la situación que queríamos crear, un encierro con papeles arquetípicos: el gótico, burgués, el deportista, la malota de la clase... Y les decía que tenían que reencontrarse con el placer de interpretar como niños y hacerlo juntos.
Vimos juntos la película de El Club de los Cinco, en la que un grupo de adolescentes quedan atrapados en su instuto castigados un sábado. Era algo parecido a la situación que queríamos crear, un encierro con papeles arquetípicos: el gótico, burgués, el deportista, la malota de la clase... Y les decia que tenían que reencontrar entre ellos el placer de interpretar como niños y hacerlo juntos
¿Y qué tal encajó Eduardo Noriega en ese equipo?
Genial. He de decir que soy un auténtico fan de los actores españoles como Antonio de la Torre, Javier Cámara y por supuesto Eduardo Noriega, al que le conocía por sus trabajos con Amenábar. Pero a Eduardo siempre le había visto como el 'playboy', fuerte, encantador y lo que me propuse fue romper el estereotipo y por eso tartamudea y tiene limitaciones físicas, es inestable emocionalmente... Y me ha encantado que en la película vemos cómo saca su fuerza interior.