Había ganas, muchas, de ver, Última Noche en el Soho la nueva película del realizador británico Edgar Wright (1974) en el Festival de Venecia. El director es el responsable para los anales de la historia de la llamada Trilogía del Cornetto, mezcla perfecta de cine fantástico y comedia, que integran Zombies Party (2004), Arma fatal (2007) y Bienvenidos al fin del mundo (2013), y es también quien, con su última película hasta la fecha, Baby Driver (2017), había sabido congeniar el aparataje más pulp del cine negro contemporáneo con estructura y puesta en escena del música clásico.
Se trata de un cineasta que no ha dejado de crecer, y que ha presentado en la Mostra Última noche en el Soho, a partir de un guion propio en colaboración con Krysty Wilson-Cairns (responsable del libreto del bélico de Sam Mendes 1917 (2019)). El director, además, ha enviado al Festival de Venecia un comunicado pidiendo a todos aquellos que vieran la película (prensa, invitados y público) que no desvelaran los giros de la trama para preservar la sorpresa de futuros espectadores, así que respetaremos al máximo su petición.
La sinopsis argumental de Última noche en el Soho cuenta la llegada a Londres de una chica joven de pueblo con la intención de estudiar “Fashion Art” (el “Corte y confección” de toda la vida). Elloise (Thomasin McKenzie), tras huir de la residencia universitaria, acabará hospedándose en la habitación que alquila una anciana (mítica Diana Rigg) en su antigua casa del Soho. Algo raro sucede, sin embargo, cuando la joven se duerme en su habitación, en sus sueños, muy vívidos, se ve trasladada al Londres de los años 60 -época que le fascina y de la que no deja de pinchar vinilos durante toda la película- donde se transmuta en Sandy (Anya Taylor-Joy), también una joven recién llegada a Londres que sueña en convertirse en cantante y bailarina del mejor club de la ciudad…
Fantástico cercano al terror
El fantástico, en su vertiente genérica más cercana al terror, principalmente al psicológico, pero también hay toques de ghost stories y pinceladas de giallo a cuchillo afilado clavándose en la carne, se adueña entonces de la película que, hasta ese momento y como en la citada Baby Driver, parecía un musical encubierto.
Sólo la primera secuencia con McKenzie bailando y cantando en su hogar con un vestido hecho de periódico mientras entran los créditos de la película ya te estampa una sonrisa en la cara. Pero es que cuando aparece Taylor-Joy Wright la pone a bailar (con Matt Smith, el ex Doctor Who) y a cantar, versionando el Downtown de Petula Clark, yo ya he entendido que no tenía nada más que hacer que relajarme y disfrutar. Está claro que la actriz de Gambito de Dama (2020) está viviendo momento magnífico y sólo verla moverse por el plano derrochando mojo y sensibilidad es un auténtico desbarre.
Cuando el fantástico abre brecha en Última noche en el Soho el cambio es sutil pero categórico. ¿Es lo que vemos real o se lo está imaginando/soñando la protagonista? El giro hacia al terror no conlleva un cambio estético: el flow de imágenes se mantiene inalterable
Wright cambia de género (o los mezcla) sin variar su puesta en escena. De tal manera que todo es a la vez real y perversamente telúrico. La pesadilla irá ganando terreno hasta que ese Soho que tan atractivo parecía al inicio se convierta en algo realmente terrorífico, convirtiendo todos sus twists argumentales y sus golpes de efecto genéricos en un mecanismo perfectamente engrasado que acaba por dar forma a una de las mejores películas que hemos visto en este festival. Además, sale Terence Stamp.
'Secretos de un matrimonio'
Cerramos con una serie o, mejor dicho, mini serie de HBO, Secretos de un matrimonio, remake de la película cumbre homónima (Secretos de un matrimonio) de Ingmar Bergman de 1973. Obviamente, el trabajo de Bergman ya había planeado a través de las costuras de la magnífica película de Noah Baumbach Historia de un matrimonio (2019), pero es en esta serie donde se traduce tal cual el guion original del maestro sueco.
En esta nueva versión Oscar Isaac -tercera vez que lo vemos en Venecia tras Dune y The Card Counter- y Jessica Chastain heredan los papeles que bordaran en su día Erland Josephson y Liv Ullman y, prácticamente, podemos decir que es en su trabajo donde reside lo mejor del producto.
El director de la serie, Hagai Levi, es el hombre detrás de otros productos televisivos de éxito como En terapia (2008) o The Affair (2014), y busca adaptar el relato de Bergman respetando el texto y los planos largos sin cortes donde los actores parecen sentirse más a gusto.
Drama abisal de una pareja en crisis, obviamente, pierde por KO frente a su referente -además: Bergman odiaba al ser humano, sus personajes eran crueles hasta la médula y se regocijaban cuando provocaban dolor; algo que aquí es bastante improbable que ocurra-, pero igual si el espectador no conoce la obra previa logra conectar con el dolor en canal abierto de unos personajes tan frágiles como, en el fondo, lo somos todos.
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