Nadie le va a quitar a Titane de Julia Ducournau (Palma de Oro de Cannes 2021) el honor de ser la mejor película francesa del año, eso está claro; pero en el Festival de Venecia que, por lo general, se queda con el cine francés rechazado por Cannes, hemos podido ver en competición oficial dos películas bien interesantes (y bien buenas) del país vecino: El acontecimiento de Audrey Diwan y Las ilusiones perdidas de Xavier Giannoli, a mí parecer, bastante superiores a otros títulos galos vistos en Cannes como Tromperie (2021) de Arnaud Desplechin o Bergman Island (2021) de Mia Hansen-Love. Vamos con ellas. (No es muy bueno este arranque, no sé porqué comparo películas que sólo tienen en común el ser del mismo país, qué desastre, se me nota el sueño, pido disculpas).
Empezamos por Las ilusiones perdidas donde el realizador Xavier Giannoli -Madame Marguerite (2015), La aparición (2018)- nos ha ofrecido la que vendría ser su mejor película (de largo) en una adaptación (tarea aparentemente imposible) de la novela homónima de Honoré de Balzac publicada por partes entre 1836 y 1843. La película arranca contándonos los amoríos entre una mujer casada de alta alcurnia, Louis (Cécile de France), y un joven aspirante a poeta de la plebe más plebeya, Lucien (Benjamin Voisin). Tras ser amonestados por el cornudo marido, deciden huir a París a refugiarse bajo el manto de una prima Marquesa (Jeanne Balibar) que rápidamente pondrá fin al romance y obligará al joven a tener que ganarse la vida trabajando… como crítico literario y columnista de sociedad, donde sus crueles y demoledores textos le acabarán dando fama, dinero y una nueva mujer que trabaja como actriz en el teatro (Salomé Dewaels). Hasta aquí la sinopsis. La crítica: jugada magistral la de Giannoli que sabe reconstruir el discurso social original (en uno de los Balzac más proustianos) en un crudo retrato sobre la prensa ¡y la crítica! a día de hoy. En Las ilusiones perdidas contemplamos a toda mecha la caída moral de un joven que parece el tatarabuelo del Jordan Belfort de El lobo de Wall Street (2013) o el (imposible) nieto de Barry Lyndon (1975), al mismo tiempo que vemos cómo nace el periodismo sensacionalista, la invención del branded content y el uso político de los medios para jugar con las opiniones del pueblo. Una auténtica barbaridad: Giannoli nos describe el periodismo online de 2021 desde una sala de redacción de 1830 con monos eligiendo qué libros alabar o machacar, litros de vino y nubes de humo de hachís, empresarios teatrales y directores de editoriales sobornando periodistas a base de fajos gordos de quinientos francos, etcétera. Así, mientras Lucien va sustituyendo al poeta de su juventud por el sátiro de su madurez, al igual que le ocurría al protagonista del cuento de Thackeray y la película de Kubrick, la vida se toma su tiempo en destrozarle a conciencia, haciendo de Las ilusiones perdidas un cuento terrorífico sobre la diferencia de clases, la sumisión de lo artístico frente a lo económico y, en definitiva, a la muerte del amor romántico. Ésta es una de las películas importantes del 2021, que nadie se la pierda.
Segunda película: El acontecimiento de la realizadora y guionista francesa Audrey Diwan (es su segundo largometraje) adaptando la novela autobiográfica de Annie Ernaux -el año pasado también tuvimos una gran adaptación de otro libro de Ernaux, Passion Simple (2020) de Danielle Arbid-. Rodada en formato 4:3 y de imagen tremendamente orgánica, la película cuenta la historia real de la escritora cuando se quedó embarazada siendo estudiante y buscó la manera de abortar, cuando en Francia en los años 60 estaba penalizado con años de cárcel. Tiene algo del mejor François Ozon El acontecimiento, que sabe atrapar con mimo la pesadilla en la que cae la protagonista, con unas imágenes que congenian intimidad y cotidianidad mientras el drama de la película -punteado con textos que marcan las semanas de gestación- va en aumento. Película-denuncia sobre la necesidad de la legalidad del aborto, congenia la desesperación y el sufrimiento visto en películas como 4 meses, 3 semanas, 2 días (2007) de Cristian Mungiu o Nuca, casi nunca, a veces, siempre (2020) de Eliza Hittman, abordando tanto la problemática legal -el tener que buscar a la desesperada cómo hacerlo- y la social -la protagonista se va quedando sola frente al rechazo de todos los que la rodean-. Lo mejor de la película, sin duda, es el descubrimiento de su protagonista principal: la actriz franco-rumana Anamaria Vartolomei y ciertas decisiones de puesta en escena de su directora, que cree con fiereza que el plano-secuencia es una cuestión moral. Ahora, el subrayado final en el WC, es para pensárselo.
