Edgar Wright es, sin duda, uno de los máximos referentes del cine británico actualmente. Responsable de la maravillosa -y divertidísima- 'Trilogía del Cornetto', el cineasta demostró a todos que se movía también como pez en el agua en el terreno de la acción con la apabullante Baby Driver. Ahora, vuelve a probar con un género que no había tocado hasta entonces: el suspense con tintes sobrenaturales con Última noche en el Soho. Y vaya si ha salido airoso, una vez más; por lo que parece que todo se le da bien tras las cámaras. Aún seguimos esperando una película mala suya (y que nadie me diga que esa chifladura llamada Scott Pilgrim contra el mundo lo es). Pero vamos al turrón: el filme narra la historia de Eloise (interpretada por una fabulosa Thomasin McKenzie, a la que vimos recientemente en Tiempo), una chica de campo enamorada de la música 'oldie' que tiene como sueño viajar a Londres para formarse como diseñadora de moda. Tras la muerte de su madre, la joven se quedó al cuidado de su abuela la cual sabe que ella tiene ciertas "habilidades especiales". Pero cuando su deseo se cumple, y se traslada a la gran urbe, no todo es de color rosa: no acaba de encajar con sus compañeras de residencia que le consideran un bicho raro y se siente abrumada en las calles de la capital inglesa. Por todo ello decide alquilar una habitación a una antipática anciana que vive en el Soho. Pese a que en un principio el lugar le parece idílico, cuando se duerme comienza a tener extraños sueños con una joven que vivió en aquel lugar durante la década de los 60 y aspiraba a ser una gran cantante. Poco a poco comienza a obsesionarse con la muchacha y a querer saber más y más sobre ella, pero lo que en principio parecían unas agradables visiones poco a poco se van transformando en una pesadilla al descubrir la realidad en la que la chica se ve inmersa.
El filme de Wright comienza como una historia 'young adult', para derivar al susupense sobrenatural (con aires 'hitchcockianos') y al terror más puro en su último tramo con 'twisted end' incluído. El guión que escribe junto a Krysty Wilson-Cairns (1917) consigue captar la atención del espectador desde el primer momento y que permanezca pegado al asiento durante sus casi dos horas de duración que se pasan volando como un suspiro. Si bien es cierto, que durante los primeros sueños de la protagonista con la cantante Sandie, la cinta decae levemente, acaba cogiendo carrerilla hasta derivar en un auténtico festín marca de la casa. Cabe destacar la maravillosa fotografía del surcoreano Chung-Hoon Chung (colaborador habitual de Park Chan-Wook) cuya paleta de colores capta a la perfección la esencia del Londres de los años 60 en una tormenta de luces que deja al público sin habla. Todo ello, como suele ser habitual en el cine del autor británico, regado con una banda sonora plagada de éxitos 'oldies' que van desde 'Eloise' de Barry Ryan (tema que versionó el desaparecido Tino Casal) a 'What’Cha Gonna Do About It' de Small Faces. De esta forma, Última noche en el Soho presenta su candidatura a mejor 'thriller' del año y consagra a su director como uno de los realizadores más en forma del momento.
'Violation': insoportable 'rape & ravenge' con ínfulas
Pasamos de una de las mejores sensaciones del Festival a una de las peores -hasta el momento- para el que escribe: Violation. Se trata del primer largometraje -tras varios cortometrajes- de los 'Juan Palomo' Dusty Mancinelli y su pareja Madeleine Sims-Fewer; ya que ellos dirigen, escriben, producen y protagonizan el filme. Su argumento gira en torno a dos hermanas que cada cierto tiempo se reunen en una casa en el campo junto a sus parejas para pasar unos días de asueto. Ante la crisis de una de ellas, el marido de la otra aprovecha para hacer un acercamiento a la cuñada a la conoce desde los tiempos del instituto. Una noche, mientras los dos se quedan conversando -en una larga (eterna) y amable conversación- ella acaba besándole, para después pedirle disculpas. Todo ello derivará con ella dormida bajo los efectos del alcohol y él aprovechando para tener sexo con ella. O bueno, no acabamos de discernir si es un sueño o una violación real (ya que después hay un curioso encuentro con un lobo devorando a un conejo, en lo que es una de las más ridículas metáforas que han pasado este año por el certámen).
Los saltos temporales que da el filme -con sus autores queriendo asemejarse a Quentin Tarantino, pero con la mitad de talento- lo hacen todo mucho más confuso, por no hablar de las ínfulas autorales de unos realizadores que parecen intentar imitar por momentos a Lars Von Trier aunque todo se hace mucho más cuesta arriba (que ya es decir) que la obra del cineasta danés. Todo ello a lo largo de unos estiradísimos 107 minutos -que se hacen como 240- que son como un Tourmallet para el público. Una cinta muy sordida, cargada de momentos incómodos alargados hasta la extenuación con el fin de provocar al espectador. Sólo hay que ver la escena del desnudo de Mancinelli en la que podemos ver todo lo que el tipo se quiere a sí mismo: ya que podemos disfrutar de su pene en erección durante más de 5 minutos mientras se masturba. Para colmo de males su mensaje es tan difuso (el comportamiento de la protagonista es errático y por momentos incomprensible) que no se sabe si es un alegato anti violación o su discurso es: "las mujeres tenéis lo que merecéis por estúpidas envidiosas". Para 'rape & revenge' de calidad aconsejo la francesa Revenge o el clásico de Wes Craven La última casa a la izquierda. He leído en una popular red social que este tipo de películas que generan controversia son las que merece la pena ver. Que no cuenten conmigo.
Inclasificable ¿comedia? de terror titulada 'We Need to Do Something'
Vamos con una película de bajo presupuesto de la productora IFC Midnight (responsables de Madre oscura y Relic) que ha causado bastante revuelo allí donde ha sido proyectada: We Need to Do Something. En ella una familia de cuatro miembros se encierra dentro del baño de la habitación del matrimonio para resguardarse de una gran tormenta que se está produciendo fuera. Sus males comienzan cuando el huracán arrastra un arbol hasta la casa, romiendo una ventana y atascando la puerta sin que ninguno pueda acceder fuera. A partir de ahí comenzamos a descubrir los secretos, filias y fobias de todos ellos: un padre alcohólico y desquiciado, una madre infiel y una hija adolescente que esconde un gran secreto. Todo el peso de la cinta recae sobre sus 4 actores protagonistas, salvo los momentos -algo ridículos, al punto que te sacan de la película- protagonizado por la hija 'emo' y su novia con tendencias suicidas. Un filme inclasificable que arranca de manera ligera y con grandes momentos de comedia -protagonizados en gran parte por el patriarca del grupo- alternados con gran tensión e incluso escenas bastante sordidas que han dejado desconcertado al público de Sitges. Una curiosa propuesta, que vira al hacia el fantástico en su segundo tramo, con la que se demuestra que (como sucedió en su día con Coherence o The Invitation) no se requiere de gran cantidad de actores y gran cantidad de escenarios para generar interés e inquietud en el público. Momentos muy gore, giros sobrenaturales, misterio y comedia… lo que demanda el espectador medio de este certamen, vaya (aunque no pasará a la historia del mismo).