La comedia francesa Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho? recaudó 75 millones de euros en Europa tras su estreno en 2014. Los críticos de Francia aseguraban que era muy "divertida", pero cuando quiso hacer camino en Estados Unidos se encontró con una reacción muy diferente. Racista, llena de estereotipos, en absoluto divertida... Esos fueron los comentarios que comenzaron a surgir en los pases de prensa.
"Los cinéfilos británicos y americanos no podrán ver la popular comedia francesa porque ha sido rechazada por los exhibidores, que la encuentran políticamente incorrecta y posiblemente racista", informaba The Telegraph a raíz de la controversia que había generado en la prensa especializada. Entre las críticas encontramos la de The Hollywood Reporter, escrita por Jordan Mintzer, que no esconde su disgusto: "La mayoría de las bromas son extremadamente duras: el judío llama al árabe 'Arafat' y luego recibe un ataque de karate del asiático". Es la misma opinión de Variety, que en un artículo de Elsa Keslassy culpa a la cinta de "perpetuar estereotipos racistas y alimentar el ambiente xenófobo de Francia".
¿Es para tanto? Lo cierto es que basta una rápida ojeada a la sinopsis y el tráiler para darse cuenta de que la premisa ha envejecido muy mal. Quizás era un tipo de comedia que funcionaba en el 2014, pero en 2021 la mentalidad y sensibilidad respecto a la representación racial en el cine ha cambiado drásticamente.
La película protagonizada por Christian Clavier, con dirección de Philippe de Chauveron, se basa en un matrimonio con cuatro hijas a las que han intentado inculcar valores católicos y tradicionales. Las tres primeras se han casado con un musulmán, un judío y un chino. Esperaban que la cuarta se juntase con un francés occidental, pero ha terminado con un chico de raza negra. Eso sí, católico. No hay que dar mucha más información para explicar el malestar de los medios estadounidenses.
La productora de la cinta había planeado una distribución en Estados Unidos mayor de la que luego tuvo, pero fueron los propios socios comerciales los que censuraron su llegada a los cines del país. "Nuestros contactos lo encontraron políticamente incorrecto", declaró Sabine Chemaly en Le Point, "Hoy nunca permitirían que se riera de negros, judíos o asiáticos. Obviamente, están encantados con el éxito de la película, pero se niegan a proyectarla como está. Saben que generaría demasiada controversia".
A pesar de la acogida, la industria estadounidense quiso producir un 'remake' de la cinta. Christian Clavier declaró que estaría encantado de participar si había posibilidad, pero que aún no se les había "ocurrido la idea correcta" para empezar a trabajar en ella. Siete años después, no hay novedades y parece que el proyecto se ha quedado en el fondo del cajón.
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