Decía el mítico crítico cinematográfico Antonio Gasset, que cuando Iván Zulueta (San Sebastián, 1943) rodó Arrebato era un niño bien. El director tenía 35 años y había propuesto a su amigo Antonio Gasset -fallecido en 2021 que apareciera en la película como actor porque a Gasset le encantaba Miklós Jancsó, cineasta húngaro firmante de Los rojos y los blancos (1967) conocido por sus largos-planos secuencia.
El director de la considerada por muchos la mejor película española de la historia, y que ha sido la protagonista de nuestro último Tarde de Perros, que puedes ver bajo estas líneas, era hijo de una familia digamos, acomodada: su padre Antonio de Zulueta y Besson, había sido director del Festival de Cine de San Sebastián y su madre era pintora. Una de las grandes pasiones de Zulueta y probablemente la que más trabajó a lo largo de su vida fue la de cartelista, el pintaba cuadros de películas que ya existían y él las imaginaba sin haberlas visto y luego hizo cuadros para buena parte de sus amigos directores como José Luis Borau o Pedro Almodóvar.
'Arrebato', de Iván Zulueta, protagonista del nuevo programa de 'Tarde de Perros' de la mano de FlixOléEl tener dinero le sirvió a Zulueta para poder viajar a Nueva York y entrar en contacto con la psicodelia, el pop art, e incluso estuvo en la Factory con Andy Warhol. Así que a su regreso a España en los años 60 casi podríamos decir que era el hombre más moderno de una España pertinazmente gris. Y la mejor prueba de ello fue el programa musical ÚLTIMO GRITO, que supuso en 1968, toda una revolución en la televisión en blanco y negro de la época y que dirigía junto a Antonio Drove, del productor Pedro Olea y presentado por José María Íñigo.
Antes de TV, Zulueta llevaba desde 1964 haciendo películas cortas con su cámara de Super 8 mm; Ágata (1966), Ida y vuelta (1968), Kinkón (1971), Masaje (1972), Frank Stein (1972), Roma-Brescia-Cannes (1974) y más. Un cine experimental, de nuevo, muy influenciado por lo visto y vivido en Nueva York, que puede recordar tanto a Jonas Mekas como a Maya Deren (Leo es pardo (1976) es una buena muestra de ello) lo que lo convertía, por supuesto, en toda una rareza en nuestro cine del nivel vanguardista de un Segundo de Chomón o de un Valdelomar siendo este, por supuesto, palabras mayores.
Buena parte de esos cortos de Zulueta se ven en Arrebato en las cintas en Super 8 que le envía Pedro P. (Will More) -aquí hay una referencia directa a esa obra maestra de la literatura que es Pedro Páramo de Juan Rulfo. Comparten Juan Rulfo e Ivan Zulueta que son ambos una especie de Bartleby, por que si Zulueta hizo solo dos películas, Rulfo escribió sólo dos novelas-. La otra película de Zulueta es, Un, dos, tres al escondite inglés (1969), donde aplicaba buena parte de lo aprendido en ULTIMO GRITO haciendo una película del estilo de Richard Lester con The Beatles.
Así en 1979 llega Arrebato que en su momento fue rechazada por el Festival de Berlín y por la Quincena de realizadores del Festival de Cannes. El productor Augusto M. Torres, amigo de Zulueta, le hizo cortar la película, que Zulueta había hecho con un primer corte de más de tres horas. Una lástima porque esa película se perdió para siempre.
El rodaje, en un entorno muy familiar, de colegueo absoluto entre actores, técnicos y director en una finca de Jaime Chávarri, otro niño bien de la época, estuvo marcado principalmente por la creatividad sin pausa -filmación durante horas y horas- y por el consumo de heroína. Zulueta ya era adicto al caballo, él decía que era su aspirina y la adicción es uno de los temas principales de la propia película en sí.
La película se estrenó en el Cine Azul de Madrid y se mantuvo solo dos semanas en cartel. Luego fue recuperada en sesiones nocturnas en los Alphaville, pero estuvo luego desaparecida prácticamente durante dos décadas, hasta que en los 90 se editó en video y DVD, y se convirtió en un film de culto. De hecho en todo ese tiempo sólo se proyectó una vez en TV y lo hicieron con los rollos cambiados. Algo que enfureció tremendamente a Zulueta, encerrado en su retiro en el hogar paterno en San Sebastián.
El cineasta, que moriría en 2009 con 66 años, sólo hizo dos trabajos (audiovisuales) más en esos 30 años de abandono y metadona: Párpados (1989) para la serie de RTVE “Delirios de amor” y Ritesti (1993) para otra serie de televisión de la cadena pública, “Crónicas del mal”. Ambas magníficas, por cierto.
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