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    Alerta en Netflix: Una incomprendida y genial comedia de Bruce Willis abandona la plataforma
    Pedro Gallego
    Pedro Gallego
    -Redactor de cine y series
    Periodista cultural con varios años de experiencia con especial interés en el cine y las series. Busca las mejores recomendaciones para ver en las diferentes plataformas de streaming.

    Tienes sólo unos días para ver una de las películas más infravaloradas de la gran estrella de cine: una cinta de risas y atracos del director de 'Escuela de jóvenes asesinos'.

    Si eres fan de las comedias de acción aún estás a tiempo para ver esta joya oculta de Netflix. Pero debes darte prisa porque abandona la plataforma el 30 de abril y además estáprotagonizada por un actor mítico y muy querido, aunque ha sido muy injustamente tratada. Te contamos por qué merece una segunda oportunidad y la curiosa historia detrás de la película.

    Gracias al éxito de Jungla de cristal se produjo el salto de Bruce Willis como superestrella de cine y héroe de acción, aunque el celebrado actor ha tenido siempre otras inquietudes. Le hemos visto en estupendos dramas como Pulp Fiction o El sexto sentido, y ciencia ficción extraña como El quinto elemento o 12 monos, pero también tenía un increíble talento cómico, como demostró en su primer rol relevante en la comedia televisiva Luz de luna.

    El gran halcón
    El gran halcón
    Fecha de estreno 6 de septiembre de 1991 | 1h 35min
    Dirigida por Michael Lehmann
    Con Bruce Willis, Andie MacDowell, Danny Aiello
    Usuarios
    3,2
    Sensacine
    4,0

    Precisamente la comedia y el valor para tomar decisiones arriesgadas son algunos de los talentos que han distinguido a Willis del resto de estrellas. Y ambas cosas las encontramos en su poco apreciada comedia de 1992, que fue considerada todo un fracaso en taquilla y que fue masacrada en los Premios Razzie con tres galardones, incluyendo peor película. Premios inmerecidos, porque El gran halcón es toda una joya a descubrir y tienes sólo unos días para verla todavía en Netflix.

    Willis venía espoleado de los éxitos tanto de Jungla de cristal como de La jungla 2: Alerta roja, y quiso sacar adelante un proyecto soñado. Él y su amigo Robert Kraft idearon la base de la película antes de que Willis se volviese famoso, y cuando tuvieron poder suficiente para levantar el proyecto buscaron colaboradores. El guionista de Jungla de cristal, Steven E. de Souza, daría forma a la idea del actor y su compadre, mientras que Michael Lehmann, director de Escuela de jóvenes asesinos, se encargaría de contarla.

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    La historia sigue a Eddie Hawkins, un ladrón de guante blanco que sale de prisión tras una condena de diez años, y espera llevar una vida honrada en la que poder disfrutar de su bebida favorita: el capuchino. Pero la mafia le amenaza a él y a su amigo Tommy (Danny Aiello) y deben preparar un gran golpe donde robarán una serie de obras de Leonardo da Vinci. A partir de ahí, Hawkins se meterá en todo un entramado con sociedades secretas y agencias del gobierno.

    Con esa premisa podríamos esperar una cinta de atracos convencional, pero no hay nada convencional en El gran halcón. Su principal carisma reside en una irreverente sátira que le da varias vueltas cómicas al cine negro clásico, tirando sin miedo ni vergüenza de la comedia física y absurda, casi de dibujos animados -hasta emplea varios efectos de sonido chalados-. A ratos surrealista, a ratos tontorrona y encantadora, su comedia la vuelve una cinta singular, quizá no para todos los paladares, pero muestra el increíble rango de su estrella.

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    No hay mejor muestra de lo que buscaban Willis y compañía que una de las primeras secuencias de robo, donde le vemos en acción mientras sincroniza sus movimientos y los de los guardias al ritmo de una pieza jazz de Bing Crosby. El perfecto conocimiento de la duración de las canciones le sirve para diseñar a la perfección sus golpes, dejando escenas muy elegantes y frescas en pantalla que seguro han servido de inspiración para gente como Edgar Wright, especialmente para películas como Baby Driver.

    Su desenfadada energía es clave para darle cierta distinción sobre otras películas de la época, y sobre todo de otras películas de Bruce Willis. No obstante, es también lo que ha causado su incomprensión en su momento, con varias críticas terribles y una recaudación que no cubrió sus 65 millones de presupuesto. Pero, como toda buena obra de culto, ha bastado el paso del tiempo para ponerla en valor y reivindicarla como uno de los trabajos más singulares del actor.

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