Arranca Cannes y soy incapaz de quitarme el miedo del cuerpo. Río con los amigos que, este año sí, han decidido venir a La Croisette, tras la espantada del año pasado; pero lo cierto es que el vértigo que siente uno antes de que se abran las puertas de este festival devora-periodistas/críticos, se te engancha al cuerpo de forma pareja a la humedad que carga el ambiente. Son catorce años seguidos viniendo a Cannes, lo que se dice pronto sin que haya pasado nada rápido, pero lo cierto es que hay un abismo entre el joven Alex crítico de 2008 -de ese año tengo marcado a fuego en mi cabeza, en mi corazón, el pase de Two Lovers de James Gray en la Sala Debussy (Gray vuelve este año a Cannes con Armageddon Time)- y el padre de familia, youtuber calvo e hipocondríaco sin mesura, que está escribiendo estas letras. Entonces no me leían más que unos cientos de personas, hoy los vídeos que me edita Verónica tienen decenas de miles de reproducciones. La pluma y el látigo, que decía Truman Capote. Siento una gratitud inmensa a quien se asoma a cada video, siento que he tenido más suerte de la que se puede tener en varias vidas por poder llegar a tanta gente y que, en vez de que me paren en la calle para pegarme, lo hagan para saludarme, agradecerme, quizás hacerse una foto. Esa es hoy la principal razón para estar aquí; no para hacerme fotos, eh, si no porque aunque sienta que estoy más viejo y cansado que nunca, creo que toda la gente que me sigue querrá ver mis vídeos cuando hable de los grandes hits de Cannes 2022, a saber: Crimes of the Future de David Cronenberg, Decision to Leave de Park Chan-Wook, Broker de Hirokazu Kore-eda, Elvis de Baz Luhrmann, Tres mil años esperándote de George Miller, As bestas de Rodrigo Sorogoyen y, claro, Armageddon Time de James Gray.
Hay muchos más nombres, claro, pero no quiero avasallaros de entrada, que me gustaría que siguierais estos textos, escritos todos de madrugada, con los mosquitos colándose por la ventana y rodeado de los cinco enormes críticos con los que comparto un piso más bien enano (se escribe de noche desde que la organización decidió hacer coincidir las galas con los pases de prensa, por aquello de que no se celebrara el pase oficial con toda la crítica ya habiendo machacado o encumbrado la película). El glamour de Cannes siempre queda en la otra punta de mi vida como cronista. Pero dejémonos de pájaras y vayamos con la película inaugural: Corten! del realizador francés Michel Hazanavicius.
A Hazanavicius (París, 1967) el cielo le tocó con su dedo mágico el año 2011. El director, conocido sobre todo por sus comedias paródicas OSS: 117, con Jean Dujardin emulando al Jean-Paul Belmondo que quería ser Peter Sellers mientras se reía de la figura de James Bond, presentó ese año en Cannes a competición The Artist (2011), una comedia-homenaje al cine mudo, de nuevo con Dujardin como protagonista, que trenzó esa hebra tan compleja que implica triunfar en casa (Cannes) y también fuera (EEUU). The Artist se hizo con cinco Premios Oscar ese año, incluyendo Mejor Película, Mejor Director y Mejor Actor. Enfebrecido al ser aupado como mejor director vivo -exagero, de hecho, a mí The Artist me parece una película simpática y poco más-, Hazanavicius giró al drama de tintes bélicos con una película bastante espantosa, The Search (2014), y luego quiso cargar contra la crítica que seguía rechazándolo atacando a uno de sus tótems, Jean-Luc Godard, en la felizmente irrespetuosa Mal genio (2017). De El príncipe olvidado (2020) no puedo hablaros porque, no es que no la haya visto, es que ni siquiera sabía que existía. Y hoy, ha abierto la 75ª edición del Festival de Cannes con Corten!, remake de la comedia de zombis japonesa One Cut of the Dead (2017) de Shin’ichirô Ueda.
El camino hacia la Palma de Oro: Así son las películas de la Sección Oficial de Cannes 2022La película japonesa es una cinta digna de estudio: producción ultra independiente (hecha con muy poco dinero, vaya) que acabó siendo todo un fenómeno en festivales y que funcionaba tanto como ejercicio de cine-dentro-de-cine (de zombis), como en su condición de película-bisagra, donde tras una primera parte desastrosa, llegaba una segunda brillante que realizaba (y explicaba) toda una relectura de la primera. Que One Cut of the Dead haya terminado, por ahora, su periplo en forma de remake francés e inaugurando el Festival de Cannes, viene a certificar que en esto del cine, a veces con tener una buena idea, uno ya tiene el cielo ganado.
Y es precisamente a esa idea a la que se agarra con fuerza Michel Hazanavicius para que Corten! funcione, prácticamente, con igual fuerza que su modelo original. Pese a tener 20 minutos más de metraje, concentrados en su potente tramo final, lo cierto es que la película francesa sigue paso por paso a la japonesa, añadiéndole únicamente detalles simpáticos -los protagonistas de la película, por contrato, tienen que mantener los nombres japoneses; el ingeniero de sonido se une a la troupe de esforzados técnicos que tratan de sacar adelante el accidentado rodaje-, pero sin perder el tiempo en relecturas arty que busquen intelectualizar una película que está hecha y pensada para que la gente se ría y punto. Parece pereza pero es eficacia: Hazanavicius debió pensar, ¿para qué cambiar nada si todo ya funciona? Con la salvedad que si One Cut of the dead era una declaración de amor al cine, Corten! es una declaración de amor a los remakes. Y como casi todos los remakes, más siendo la película japonesa tan reciente, la duda de si todo esto era necesario planea sobre la obra de principio a fin. El propio director decía que contaba con que le abuchearan los críticos de Cannes (se ve que sigue odiando a los críticos). Pero lo cierto es que, en el fondo, da todo un poco igual. Primero porque la cultura del remake está tan arraigada en la industria del cine que hemos perdido nuestra capacidad para indignarnos. Y segundo porque no merece la pena hacerse mala sangre contra una película que no viene a reinventar la cebolla, sino simplemente a venderte la misma cebolla que ya te comiste en su día. Y aquí cada uno es libre de comerse (o no) las cebollas que le venga en gana.
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