Mira que llevo años en Cannes y, aún así, no había visto nada parecido a la homilía que la estrella de Hollywood Tom Cruise protagonizó ayer a su paso por el festival. Se proyectaba fuera de concurso su última película, Top Gun: Maverick, secuela 36 años más tarde de la mitificada cinta de Tony Scott de 1986 -algo que tampoco había visto en Cannes: la película de Cruise pasa por el festival con las críticas publicadas la semana anterior a su celebración, de locos- y el festival decidió celebrar un encuentro especial a modo de homenaje, que culminaría con la entrega de la Palma de Oro Honorífica a la estrella a la que presentó como el auténtico baluarte del cine en salas (y no en plataformas). Para ello se habilitó el Palais Debussy donde Tom Cruise, vestido de casual black de pies a cabeza, tras recibir la ovación apasionada de la prensa concurrida (yo inclusive) respondió a las preguntas (claramente pactadas) del periodista Didier Allouch (también claramente pactado); no hubo espacio para que nadie más preguntara. A sus 59 años (que parecen la mitad) Cruise tenía clarísimo su personaje en el show montado: él venía a defender el cine como el mejor espectáculo del mundo y, como tal, su proyección obligada en salas.
"Yo hago películas para la gran pantalla. Yo hago películas para el público, porque yo también formo parte de ese público. Es muy diferente escribir películas para el cine que para la televisión". Tom Cruise vino a Cannes a proclamar su homilía y todos comulgamos con él sin preocuparnos de haber pasado por el confesionario tras haber disfrutado de la última serie de Apple TV+. Ni siquiera importaba el hecho de que Cruise, venir a Cannes, más bien poco: únicamente se acercó al certamen en 1992 para presentar Un horizonte muy lejano (1992) de Ron Howard. Pero está claro que los tiempos han cambiado demasiado y quizás un festival que ha sido conscientemente cenutrio durante décadas negando el cine comercial, hoy ya se rinde sabiamente a ceder espacio a los grandes blockbusters norteamericanos sin tampoco despeinarse. Ahora el enemigo es otro: las plataformas VOD. Y si tienen que unir fuerzas con el máximo emblema del buen cine comercial, lo harán sin dudarlo. Y bien que me parece porque a mí ya todo me da igual, que llevo dos días de festival y ya tengo más hambre y sueño acumulado que en todo lo que resta de año. Pero sigamos con Tom.
Doy gracias a todos los directores con los que he trabajado, también a todos los técnicos, a todos los grandes actores con los que he colaborado. Sigo trabajando y aprendiendo con la misma ilusión que cuando empecé en esto con 18 años. De hecho, sigo teniendo las mismas metas ahora que entonces (Tom Cruise)
Se deshacía en elogios Cruise incluso citando nombres propios, el director Tony Scott, el actor George C. Scott, su amigo y también director Sydney Pollack. El periodista quiso incidir en dos de sus más grandes interpretaciones (y películas), Magnolia (1999) de Paul Thomas Anderson y Eyes Wide Shut (1999) de Stanley Kubrick. El actor dijo que fue él quien perfiló su monólogo frente a su padre moribundo en la ficción (Jason Robards) en la cinta de PTA y que la secuencia de Eyes Wide Shut en la que discute con Nicole Kidman, se ensayó durante días y más días, hasta que los tres -Tom, Nicole y Stanley- creyeron encontrar el punto exacto. Como digo, no hubo preguntas incómodas, todo era perfectamente blanco, hasta el punto de que una broma del entrevistador se respondió con la consecuente chanza del actor. “¿Por qué te juegas la vida en las escenas de acción al rechazar trabajar con dobles de riesgo?” “Porque es mi trabajo. Nadie preguntaba a Gene Kelly por qué bailaba”. Y siguió con su sermón dando gracias por tener tanta suerte, por trabajar con tanta gente talentosa, por seguir haciendo lo que más le gusta… Tanto daba ya lo que repetía. Lo cierto es que compartimos espacio durante una hora con una leyenda de Hollywood, quizás de las últimas que haya tal y como las entendíamos hasta ahora. El vídeo que nos proyectaron dando un repaso a su carrera a mí me puso los pelos del corazón de punta: Risky Business (1983), El color del dinero (1986), Nacido el 4 de julio (1989), Jerry Maguire (1996), Eyes Wide Shut (1999), Magnolia (1999), Minority Report (2002), Collateral (2004), La guerra de los mundos (2005), Al filo del mañana (2014), todas y cada una de las Mission: Impossible… Tom Cruise, la estrella a la que vimos nacer siendo nosotros aún niños y que, a día de hoy, que ya somos todos viejos, sigue siendo la estrella que nos ilumina.
Cannes Día 1. El festival celebra la vuelta a la (aparente) normalidad inaugurando con la festiva película de zombies 'Corten!' de Michel HazanaviciusPero hablemos de películas que sí son estrenos del certamen. Hoy estuvimos en la inauguración de la Quincena de Realizadores y el responsable de dar el pistoletazo de salida ha sido el cineasta italiano Pietro Marcello (Campania, 1976), es decir, el mismo que hace tres años nos entregó esa obra maestra absoluta que es Martin Eden (2019). Estos años Marcello había regresado al formato documental -Para Lucio (2021) y el film colectivo Futura (2021), junto a la también emergente Alice Rohrwacher- y en Cannes ha presentado Scarlet, título internacional del francés L’envol, ya que la película es un coproducción francesa con actores y diálogos en francés. Adaptación del cuento corto del escritor ruso Aleksandr Grin Scarlet Sails (1921), Scarlet es una fábula preciosa, tan inteligente en su desarrollo narrativo como sensual y emocionante en sus formas. Con su habituales codas que sirven tanto para presentar y despedir la acción como para engarzar secuencias de alto contenido dramático -piezas de cine mudo coloreadas que aportan un valor irreal a la imagen global de la película, pero que al mismo tiempo, la anclan en un pasado remoto que niega a difuminarse-, la película de Marcello danza sobre la vida de una joven, Juliette (Juliette Jouan), huérfana de madre y criada por un padre ebanista que regresa de la guerra para encontrarse una hija que desconocía que tenía y el odio irracional de los lugareños. Marcello cuida bien a sus protagonistas, acercándose a sus ojos, a sus arrugas, a sus manos, a sus ilusiones y sus tristezas, amainando el temporal de la furia dramática -cuando aparece la violencia, el cineasta muestra su brutalidad atenuándola con el fondo sonoro virado- y concediendo espacio a la ilusión y a la esperanza, aunque todo parezca jugar en contra de los protagonistas. Película que pone en plano detalle el valor de lo artesanal, como si el sentido mismo de la vida residiera en tallar un tronco de madera para crear un juguete para una niña, y reivindica un existencialismo poético donde el amor siempre acabará por triunfar por más que el odio aceche en cada esquina. Además, hay preciosos momentos musicales.
Alejandro G. Calvo
Kirill Serebrennikov presenta 'Tchaikovsky's Wife'
Ningún cineasta como Kirill Serebrennikov ha encarnado en los últimos años la disidencia interna contra el gobierno de Vladimir Putin. Un habitual de Cannes, el director no pudo presentar sus dos anteriores films, Leto (2018) y La fiebre de Petrov (2021), en el festival por encontrarse bajo arresto domiciliario. Exiliado ahora en Alemania, esta vez sí ha asistido a la premiere de Tchaikovsky's Wife, la película que ha dado el pistoletazo de salida a la Competición por la Palma de Oro.
La homosexualidad de Piotr Ilich Chaikovski sigue siendo un asunto incómodo en Rusia. Serebrennikov aborda este asunto tabú de manera indirecta, a partir del desastroso matrimonio del compositor de El lago de los cisnes con la joven Antonina Ivanovna Miliukova. Aquí el protagonismo recae en esa esposa a la sombra del genio, enamorada de un hombre incapaz de corresponderla. Tchaikovsky's Wife se despliega como la versión amarga de un melodrama romántico de época, orquestada con todo el poderío visual y esas fugas delirantes habituales en el cine de Serebrennikov, que en este caso culminan en una escena de danza trufada de hombres desnudos. El tour de force de Alyona Mikhaylova, la arrebatada protagonista del film que bascula de la devoción amorosa al rencor autodestructivo, bien podría traducirse con un Premio a la Mejor Actriz en el Palmarés final.
Eulàlia Iglesias
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