Los buenos fans de George Miller (Queensland, Australia, 1945) ya saben que el cineasta ha hecho de la imprevisibilidad (lo del inmenso talento lo saben hasta los que no son fans) un buen motor de giro en su carrera. El cineasta australiano se dio a conocer a finales de los años 70 con toda una película-icono del cine violento, me refiero, claro, a Mad Max: Salvajes de autopista (1979), tremenda cult movie que contaría con dos secuelas inmediatas: Mad Max 2: El guerrero de la carretera (1981) -que es aún mejor- y el cierre de la trilogía con la peterpanesca Mad Max: Más allá de la cúpula del trueno (1985). Miller había tocado cielo, pero decidió apearse y seguir con lo suyo, mientras se iba peleando con todas y cada una las majors de Hollywood. Trató la comedia -Las brujas de Eastwick (1987)- y el melodrama -El aceite de la vida (1992)- y, en un wrong turn que nos partió la cintura a todos se dedicó exclusivamente a hacer cine para los más pequeños: Babe, el cerdito en la ciudad (1998) y las dos entregas de los pingüinos bailarines Happy Feet (2006 y 2011). Y cuando ya estaba olvidado por todo el mundo, reapareció con ¿la mejor película del Siglo XXI?, Mad Max: Furia en la carretera (2015). Ni Michael Jordan cuando regresó a los Chicago Bulls.
Siete años después, Miller, con setenta y siete años cumplidos, regresa a Cannes fuera de competición con una nueva película, Tres mil años esperándote (estreno en España el próximo 2 de septiembre), protagonizada por Tilda Swinton e Idris Elba. La película toma como modelo la historia de Aladino en Las mil y una noches, actualizándola al mundo actual y convirtiendo a Aladino en mujer soltera, culta e independiente y al genio de la lámpara en un adonis musculado en pelota y escama picada. En el momento en el que el genio escapa del frasco la película discurre en dos narrativas diferenciadas: la de la conversación continua sobre el todo y la nada entre mujer y genio y los relatos en forma de flash-back en el que éste relata su periplo a lo largo de los milenios. Cada vez que se abre una puerta al pasado, Miller nos transporta a un mundo fantástico legendario poblado de sultanes, príncipes y concubinas en un seguido de relatos que tienen el amor romántico trágico como pieza central. Así es la vida, que ni siquiera un genio de poderes ilimitados puede apañar un buen truco para colmar un corazón. Dicha parte, la del cuentacuentos encadenado, que podría asemejarse a la película de Matteo Garrone El cuento de los cuentos (2015) pero dirigido por Tarsem Singh y eliminando toda mirada realista para poner en su lugar un fantástico lúdico con CGI de los años 90, es en realidad lo más disfrutable de la película de Miller. Y eso que a sus Mil y una noches le falta esa divertidísima anarquía que tenía el film animado de Eiichi Yamamoto (1969) y, sobre todo, es notoria la ausencia de libertinaje y festividad erótica que tenía la película de Pier Paolo Pasolini (1974). Pero es que esto es otra historia y, además, esta historia es para todos los públicos. Miller que, según sus palabras, llevaba 20 años queriendo hacer esta película, construye Tres mil años esperándote como una película que no deja de girar sobre al amor romántico, o mejor dicho, sobre lo difícil y trágico que resulta tanto el estar solo como el estar atrapado / atrapada en un enamoramiento imposible. A falta de garra, sexo y violencia -joder, ¡qué es el director de Mad Max!-, la película nos ofrece ternura, simpatía y algo de esperanza. Sobre su anacronía visual no sé bien qué decir, porque no me ha gustado y yo a Miller lo quiero mucho, así que lo digo pero en voz baja y a sabiendas de que me voy a arrepentir. Y si me encuentro una lámpara mágica mientras voy corriendo cojo por la Croissete pienso pedirle al genio que nos traiga rápido Furiosa (2024) y así todos contentos.
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Shanna Besson
Regresa también Arnaud Desplechin, un habitual de Cannes, a la competición oficial con Brother and Sister, melodrama familiar protagonizado por Marion Cotillard (cumpliendo con creces) y Melvil Poupaud (buscando ser Mathieu Amalric). La película el odio insensato y sin base alguna entre los dos hermanos protagonistas, ella, reconocida actriz teatral, él, aplaudido escritor, en una vida marcada por el rencor en la tragedia. Si en la primera secuencia de la película asistimos al duelo del hermano por el fallecimiento de su hijo de seis años, en la segunda vemos en tiempo real el brutal accidente automovilístico de los padres de ambos. Y esas dos serían las mejores secuencias de una película que, a partir de ahí, no deja de tropezar sobre sí misma. Parece increíble que un director como Desplechin, que ha sacado oro en su retrato de familias amargadas y enredadas en su propio odio -sus dos obras cumbre: Reyes y reina (2004), Un cuento de Navidad (2008)- se haya desinflado hasta el punto de intentar acercarse al universo de Pedro Almodóvar para que al final le quede una cinta desangelada nivel lo más flojo de François Ozon. El melodrama es estridente, los personajes son cargantes, las acciones son caprichosas y la resolución es intencionadamente meliflua. Al menos toda esta ensalada de gritos y desmayos viene acompañada de una narración marca de la casa, con una puesta en escena siempre sensual e inteligente. Menos mal. Porque si no esto no hubiera quién lo aguantara.
Alejandro G. Calvo
Felix Vratny
Está en boca de todo el mundo y la protagoniza una de las actrices del momento, Vicky Krieps. Corsage, la revisión de Isabel de Baviera, la emperatriz Sissi, que ha llevado a cabo Marie Kreutzer es una de las sorpresas de Cannes 2022. En la línea de la María Antonieta de Sofia Coppola o la Miss Marx de Susanna Nicchiarelli, la directora austríaca lleva a cabo una modernísima lectura, a la vez feminista y crítica, de una figura histórica que forma parte del imaginario popular en buena medida gracias a esas películas tan cursis que protagonizó una joven Romy Schneider. En Corsage, en cambio, Sissi acaba de cumplir cuarenta años, el mundo que la rodea no es de color de rosa, y su obsesión por la propia apariencia se agudiza: ordena a sus sirvientas que entallen todavía más su corpiño (el "corsage" del título original) y se priva casi totalmente de comer. Kreutzer retrata a una reina que, a pesar de su privilegio, sufre las limitaciones de su género. Y la acompaña en su camino para liberarse del corsé que representa su vida como mujer madura en la corte imperial. Pero la película evita tanto la desmitificación al uso como la simplificación del personaje para adaptarlo a los gustos del feminismo mainstream. La Isabel de Baviera de Kreutzer y Krieps incorpora multitud de matices: una vitalidad cada vez más reprimida, su agudo trastorno de conducta alimentaria, la relación especial con su primo Luís (el Ludwig de Luchino Visconti), pero también la falta de tacto con las sirvientas o el egoísmo para con su dama de compañía y mejor amiga... Como las películas antes mencionadas, Corsage se ambienta en localizaciones de lo más suntuosas y recrea el ambiente de la Austria imperial con todo el preciosismo necesario. Y al mismo tiempo está salpicada de pequeños anacronismos, desde los temas musicales a ese joven que inventa el cine dos décadas antes de tiempo, que aportan dinamismo a este drama de época. La película supone además la enésima confirmación de Vicky Krieps (El hilo invisible) como una de las actrices más portentosas del cine contemporáneo.
Eulàlia Iglesias
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