Han pasado 30 años desde que Víctor Erice rodó su último largometraje. Su retirada parecía ya algo definitivo, de ahí que el anuncio de su vuelta haya trastocado por completo a la industria española. Regresa para realizar Cerrar los ojos, una cinta que rodará con las ayudas de Canal Sur a través de las productoras Pecado Films, Tandem y Nautilis, la cual pertenece al propio cineasta. Aún no han trascendido detalles acerca de la trama, pero se espera que vea la luz el año que viene.
Es uno de los directores más influyentes del cine español, algo que ha conseguido únicamente con tres largometrajes: El espíritu de la colmena (1973), El sur (1983) y El sol del membrillo (1992). Premio del Jurado y de la Crítica en Cannes en 1992 con El sol del membrillo, Premio Nacional de Cinematografía en 1994, Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes... Su regreso es digno de celebración.
La vuelta de Víctor Erice es la mejor noticia que puede tener el cine (y no solo el español)
Víctor Erice (Karrantza, Vizcaya, 1940) es considerado, con Luis Buñuel, el mejor realizador de la historia del cine español. Sus únicos tres largometrajes: El espíritu de la colmena (1973), El sur (1983) y El sol del membrillo (1992), así lo atestiguan. Tres películas que son tres absolutas obras maestras y por las que se ha llegado a comparar al realizador vasco con cineastas de la talla de Andrei Tarkovsky o Manoel de Oliveira. Dos largometrajes de ficción que ahondan con sentido y sensibilidad, además de con una pluscuamperfecta puesta en escena, en la España de posguerra y un largometraje documental donde, en colaboración íntima con el pintor Antonio López, se producía el milagro de retratar lo inasible: la luz que cae sobre un membrillo y el intento fallido del pintor realista por atraparlo en el lienzo. Tres películas-totem que, una vez llegadas a su fin, dejaron al realizador en renuncia cinematográfica, nuestro particular Bartleby: normal que ningún cineasta posterior (José Luis Guerín, Pedro Almodóvar, Albert Serra) pueda competir en términos artísticos con él porque, simplemente, no hay nada con lo que compararse. A los ojos de cualquier apasionado del cine el parón voluntario de Erice es casi un crimen: que un director de tanto talento e inteligencia no pueda o no quiera dirigir nuevas películas es ciertamente doloroso. Aunque, claro, la gente siempre me dice que me tomo las cosas a la tremenda.
Tampoco es cierto que Erice haya estado parado todos estos años. Es tremendamente conocida su pelea con el productor Elías Querejeta para realizar la versión completa de El sur, con un segundo largometraje que nunca llegó a fructificar. Pero aún peor fue el caso de la adaptación de la novela de Juan Marsé El embrujo de Shanghai, de la que existe el guión escrito por Erice y que, de nuevo a broncas con los productores, acabó en zona de nadie o, peor, siendo dirigida por Fernando Trueba en una espantosa película que, por suerte, la gente ya ha debido olvidar. Sus trabajos en el Siglo XXI han sido entonces trabajos mínimos: su segmento para el film colectivo Ten Minutes Older (2002), un cortometraje maravilloso llamado Alumbramiento (2002), el necromántico mediometraje La morte rouge (2006) pensado para exhibirse únicamente en una exposición sobre su obra, las cartas fílmicas que se escribió con el desaparecido Abbas Kiarostami -preciosa la de Erice, poniendo en una escuela para niños ¿Dónde está la casa de mi amigo? (1987); loquísima la de Kiarostami, envíandole una vaca filmada en fragmentos-, su participación junto a Pedro Costa, Aki Kaurismaki y Manoel de Oliveira en Centro histórico (2012)... y nada más.
Así que sabe no a poco, sino a poquísimo. Y todo ello mientras su leyenda no deja de crecer año tras año. En 2010 el cineasta fue elegido para formar parte del jurado del Festival Internacional de Cine de Cannes, donde hizo tremendas buenas migas con Tim Burton -el tema de Frankenstein era pasión compartida- y, según cuentan los rumores, llegó a convencer al propio director de Eduardo Manostijeras (1990) de que, indudablemente, la mejor película a competición era la de Apichatpong Weerasethakul. No sé si será verdad o sólo locuras que se escuchan en Cannes, pero lo cierto es que la Palma de Oro ese año fue para Uncle Boonmee recuerda sus vidas pasadas (2010) del director tailandés.
Víctor Erice, si hacemos números, lleva 29 años sin dirigir un largometraje. Casi media vida. Pero el anuncio a sus 82 años de que puede volver a dirigir es la mejor noticia que el cine podía tener a día de hoy. Y no me refiero sólo al cine español.
Si quieres estar al día y recibir los estrenos en tu mail apúntate a nuestra Newsletter