Alex Garland continúa explorando nuestros abismos interiores con MEN, una película deliberadamente “pequeña” que, sin embargo, retumba con la gravedad de los mejores clásicos. Para ello, Garland congrega a dos fantásticos titulares: Jessie Buckley, nominada al Óscar como actriz de reparto por La hija oscura y Rory Kinnear, secundario de lujo en Black Mirror o Sin tiempo para morir. Buckley da vida a Harper, una mujer que, tras una tragedia personal, se retira un fin de semana al campo para curar sus heridas emocionales. Pero el propietario del casoplón que alquila y los distintos hombres de la zona, todos ellos interpretados por Kinnear, empezarán a acosarla.
Hablamos con sendos protagonistas en el Festival de Venecia, donde la película tiene su première internacional. La primera parada de la conversación gira alrededor de su motor y tema más evidente, el duelo de Harper. En palabras de Buckley: "[Va de] nuestra incapacidad para incubar el dolor y cómo o hacia quien lo canalizamos. Hay hombres que lo regurgitan bajo las formas de la masculinidad tóxica, y las mujeres no somos impermeables a eso. Harper no es ningún ángel, ella también ha causado dolor y culpa en otra gente, y tiene que vivir con ello. Pero lo que no puede pasar su vida viviendo la culpa de otro". En la película, el terror sirve para perforar y poner en tensión el duelo, es masilla para un dolor profundo. No resulta nuevo en la trayectoria del estudio A24 (Hereditary) ni en la filmografía de Garland: ya en Aniquilación, los personajes se lanzaban a un viaje enloquecido para curar sus pérdidas personales.
Más que de "hombres" (los "men" del título), por lo tanto, la cosa va de una mujer que enfrenta y perdona a los hombres que invaden su vida, desde el recuerdo o bajo forma de auténtica home invasion. Entre la gente del pueblo contamos a un vicario sin compasión, un niño endemoniado, un vagabundo inquietante, un asaltante desnudo… Acaban siendo numerosos personajes, todos interpretados por Kinnear, quien se aqueja, en broma: "Ojalá haber pedido tantos salarios como personajes tengo en la historia…". En una escena de bar, convergen cinco de sus personajes, lo cual, imaginamos causó un buen dolor de cabeza al actor.
"Alex me había contado que representaban varios aspectos de la sociedad, varios tipos de violencia que llevan desarrollándose de hace siglos, pero ello también me servía de bastante poco. Aparte, en el guion tampoco había trasfondos de ninguno de los hombres, ni explicaciones psicológicas, así que todo eso terminé inventándomelo yo". Kinnear aclara: lo que represente cada uno de los hombres depende de quien esté viendo la película y de su relación con la religión, la policía y el nacionalismo inglés, entre otros. Continúa: "Un par de meses antes de empezar el rodaje les escribí a todos unas historias de fondo, para que pudiésemos construir, junto a los equipos de maquillaje y vestuario, cómo se verían los personajes en la pantalla".
Buckley explica que la fiesta de disfraces que era Kinnear tenía su efecto: "Según qué disfraz llevara, cambiaba el mood en el set. Por ejemplo, cada vez que andaba disfrazado de Geoffrey [el propietario de la casa], se dejaba ir y orquestaba un auténtico dispositivo de gags y bromas amistosas con el equipo. Pero cuando el policía llegaba, nadie quería estar cerca del pobre Rory". En este momento, Kinnear saca su venazo cómico: "Yo seguía siendo yo, pero todo el mundo empezaba a comportarse como les decimos a las criaturas que no deben, juzgándome por mis apariencias". Con voz de señor dictatorial y muy, muy inglés: "Nos dicen que lo que importa está en tu interior… ¡Tonterías! Mira cómo me trataban por llevar el pelo largo y los ojos marrones".
Cannes Día 7: Alex Garland arrasa con todo con su cinta de terror 'Men'Ya de pequeña, nos cuenta Buckley, ella también se disfrazaba de hombre para actuar: "Estudié en un instituto religioso para chicas, así que aunque lo quisiera me pasé años haciendo solo de hombre en obras de teatro. Fui Freddie Trumper en Chess, Tony en West Side Story…". A parte del cine, este otoño también veremos a Buckley en un videojuego, The Devil in Me, cuarta entrega de The Dark Pictures Anthology de Supermassive Games, aunque el trabajo no puede ni compararse: "Yo solo fui al estudio dos semanas, me capturaron las expresiones faciales y ya está. Siento que mi trabajo ha sido muy pequeño dentro de una obra que va a ser muy grande". Kinnear, aún en su modo “señor inglés”, refunfuña: "¡Malditos videojuegos! ¡Cuando yo era jovencito, solo podíamos jugar con una cuchara!".
Con 32 años, Jessie Buckley lleva toda su carrera laboral al borde entre la interpretación y la música: empezó actuando en musicales y para Wild Rose (Tom Harper, 2018), el Ha nacido una estrella de una cantante de country, escribió, compuso y cantó buena parte de la banda sonora. Este mismo año, ha estrenado junto a Bernard Butler For All Our Days That Tear The Heart, su primer álbum, una delicia de folk oscuro y pegajoso: "Cantar y actuar son parecidos en tanto que siempre sirven para contar historias. Solo que una canción dura tres minutos, mientras que una película puede alargarse a las tres horas. Eso hace que lo que vives actuando y cantando sea muy diferente: al actuar para una película asumes un reto mucho mayor (personalmente, siento que en el cine crezco a pasos agigantados), mientras que al cantar te abres mucho más a tu público, a la intuición y a la libertad". A Buckley ya no se le ocurre un futuro lejos de los escenarios: "Me siento mucho más ligera cuando toco música y me lo paso siempre muy bien, lo cual es precioso".
Aunque no conozcamos su faceta como música, en MEN la habremos oído cantar. Hablamos de los cánticos polifónicos (esos "oh" melódicos, dispersos y muy inquietantes) que sobrevolaban el tráiler y que Harper entona en la boca del túnel, en la película: "Cuando el tráiler salió mi familia empezó a mandarme audios de “ohs”, cada cual con un tono ligeramente diferente. La bromita se quedó y ahora esta serie de cantos tonales son la llamada de la familia Buckley para venir a cenar (la 'Buckley call-for-dinner', como dice en inglés)". Kinnear, cómo no, mete cucharada: "Jessie siempre se las apaña para acabar cantando en todas sus películas. Jessie llega siempre al rodaje y te dice: ‘Disculpa, ¿...puedo?’ [canturrea una ráfaga de ‘ohs’ acelerada]. Y es como: ‘¡Hoy no, Jessie!’".
Viendo a Buckley y Kinnear reírse a carcajadas, recordamos que la película tiene un innegable punto cómico (macabra, pero divertido). Eso, como nos aseguran, ya estaba en el guion: "Sabíamos desde el principio que habría que contrarrestar los momentos más tétricos con algo de humor. Si a Alex le gusta trabajar con el cine de género es porque le da unas normas muy marcadas, que luego puede subvertir, así que creo que le motivaba la idea de hacer un thriller psicológico muy oscuro que a los quince minutos nos encuentre riendo". Que de ahí nos subimos a una auténtica montaña rusa del terror, eso no lo niega nadie, ni unes protagonistas que reconocen no estar muy versades en el cine de terror. Aunque, como dice Buckley: "Hay una cierta deliciousness ("deliciosidad") en la energía de los bosques ingleses que te atrapa y te horroriza, y que no creo haber visto en ninguna película antes. Si a eso le sumas el misterio detrás de los símbolos paganos…".
¿Queréis pasar un fin de semana de miedo? Sin problemas. Kinnear nos recordaba: "Alex ha sabido destilar lo mejor de un paisaje que de por sí es ya inquietante. De hecho, la casa y el jardín aparecen en la película tal y como los encontró el equipo de producción. El túnel, los refugios antiaéreos que hay repartidos por el bosque… Todo eso ya estaba ahí". Lo mejor, dice Buckley: "¡Rory encontró un Airbnb muy similar a nuestro set! Lo que yo me pregunto si ahora habrá más o menos gente que quiera alojarse en una casa como la de la película". De momento, quien os escribe pasa de probar esta particular experiencia en la campiña inglesa. No, thank you.
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