La sexta jornada del Festival de Cine de San Sebastián ha estado protagonizada por el poder de las historias. Y no puede haber mejor petición para un certamen cinematográfico. Es en The Wonder, lo nuevo de Sebastián Lelio con Florence Pugh, donde se nos pide que creamos en ellas. La adaptación de la novela homónima de Emma Donoghue compite por la Concha de Oro. También lo hace Los reyes del mundo de Laura Mora. Dentro de la Sección Oficial, pero fuera de concurso, vemos el documental El sostre groc y en Perlak Una bonita mañana de Mia Hansen-Løve.
The Wonder
Sin historias no somos nada. Las necesitamos, las inventamos y las recordamos. Pero lo más importante, porque ahí es donde reside su poder, es creer en ellas. Sebastián Lelio quiere recordarnos esto con The Wonder, su adaptación cinematográfica de la novela homónima de Emma Donoghue. Para tenerlo muy presente, el director comienza enseñándonos las tripas de la película. En una nave enorme, que funciona de set de rodaje, con unos decorados construidos y andamiados, una voz nos pide solo una cosa: que creamos en esta historia. Voy a contártela.
En 1862, a una región irlandesa muy religiosa de las Midlands, llega una enfermera. Elizabeth Wright ha sido enviada allí para cumplir con una tarea: vigilar a Anna O'Donnell, una niña de 11 años que lleva meses sin comer. Lo último que pasó por su garganta antes de decidir que no iba a volver a probar bocado fue una hostia sagrada. Para algunos habitantes de la zona y turistas que se acercan a verla, Anna es un milagro. Para otros, una tomadura de pelo.
Elizabeth, una mujer de ciencia que trabajó en la guerra de Crimea, llega desde Inglaterra con sus propias historias que ha convertido en rituales. Cada noche, en la habitación en la que se aloja, admira unos patucos mientras consume una droga que la deja totalmente ida y bebe la sangre que brota de un pinchazo de su dedo. Ella, que representa lo terrenal, está dispuesta a descubrir qué hay detrás de ese "maná del cielo" con el que Anna dice alimentarse. Elizabeth no es lo que esperaban los hombres que la llamaron para llevar a cabo esta vigilancia. En lugar de una mujer que cumple con lo exigido, se dan de bruces con alguien que hace preguntas, que busca en todos los recovecos de la habitación de la niña y no para de darle vueltas al caso de Anna buscando una explicación lógica.
The Wonder es un atractivo y absorbente 'thriller' con la lucha entre fe y religión y el poder de las historias como núcleo. Pero el filme de Lelio no solo atrapa con su narrativa. Su atmósfera, las imágenes y el sonido se entrelazan de una forma impecable. En su conjunto, la parte visual y sonora funcionan como un hechizo seductor, cortejando con claroscuros que recuerdan a Rembrandt y engatusando con una melodía que eleva la urgencia. Pero para embrujo el de Florence Pugh. Qué gran papel y con qué inmensidad lo interpreta. Es un regalo ver cómo con tan poco es capaz de transmitir la seguridad y la fuerza de su personaje en un mundo en el que el poder solo está en manos masculinas. Se los come a todos. Y hablando de religión: Florence Pugh es la única santa a la que rezo.
El sostre groc
Entre 2001 y 2008, cuando eran adolescentes, un grupo de mujeres fueron abusadas sexualmente por dos de sus profesores del Aula de Teatro de Lleida. En 2018, cuando denunciaron lo ocurrido, ya era demasiado tarde: los delitos habían prescrito.
La historia de este grupo de mujeres es la protagonista de El sostre groc, el documental dirigido por Isabel Coixet que forma parte de la Sección Oficial -fuera de concurso- del Festival de San Sebastián. La realizadora de La vida secreta de las palabras recopila lo ocurrido a través de los testimonios de las víctimas, dándoles voz mientras divide en capítulos el relato y se apoya de fotografías, apariciones televisivas y grabaciones personales.
Hay un momento en el que una chica joven cuenta que identificó que estaba sufriendo abusos de su profesor gracias a la denuncia de este grupo de mujeres. Por eso, lo más importante de El sostre groc es que existe y que puede hacer lo mismo por otras personas en la misma situación.
Los reyes del mundo
Una de las peores cosas que puede pasar cuando estás viendo una película es que le encuentres demasiados finales. Sencillamente porque esa sensación sugiere algunas cosas: que la historia no interesa porque te da igual el viaje de sus protagonistas y que tu cabeza te pide que salgas de ahí en cuanto puedas. Eso nos ha ocurrido con Los reyes del mundo, el nuevo filme de Laura Mora.
Rá, Culebro, Sere, Winny y Nano son cinco chicos de la calle. Sobreviven como pueden en Medellín practicando peleas de machetes y fumando. Un día, uno de ellos recibe una importante noticia: puede reclamar el terreno en Nechí que los paramilitares le quitaron a su abuela y que desencadenó su problemática vida. Es un gran momento, pues con ese lugar en su propiedad puede darle cobijo a sus amigos, quienes se han convertido en su familia elegida tras la muerte de su madre y el abandono de su padre. Pero reclamar el terreno no va a ser fácil. Primero tendrán que hacer un largo y peligroso viaje. En él, las traiciones y la muerte les perseguirán mientras se cruzan en su camino con diferentes aliados y enemigos.
Mora logra algunas imágenes y propuestas visuales interesantes, entre la realidad y lo onírico, pero todo en esta 'road movie' es un continuo anticlimax y una sucesión de calamidades que no dan tregua alguna. El resultado: se vuelve agotador seguir a Rá y compañía por sus aventuras en la selva. A destacar, además de la dirección de Mora, su capacidad para que empatices con la pandilla protagonista sin caer en el melodrama. Los reyes del mundo es un cruel y realista retrato de una juventud que lo único que tiene es a sí mismos.
Andrea Zamora
Una bonita mañana
Mia Hansen-Løve (La isla de Bergman) vuelve al cine de proximidad de El porvenir, recuperando por el camino las mayores virtudes de aquella, con Una bonita mañana. La más evidente nace del ejercicio de contención para con la presencia de su actriz, palo de pajar de la propuesta. De Isabelle Huppert a Léa Seydoux, una cara tantas veces explotada desde el eroticismo 'femme' y que aquí se pinta desde la mirada opuesta; 'à plein air'. Sandra es puto 'tomboy', modelo esta vez de jerseys anchos y ropa cómoda, casi de persona de verdad. Hansen-Løve trabaja con Seydoux desde la página en blanco, moldeando los reflejos de su cara pública y privada, amasando el realismo de una mujer a quien vemos arreglarse, turbarse y aguantar.
Soportará Seydoux los trámites (emocionales) de encontrar una residencia para su padre (Pascal Greggory), un reconocido intelectual de mente muy degradada. Sandra también tantea los albores de una relación romántica bella pero improbable (al tipo le da vida Melvil Poupaud). Vistas las cartas, reservamos un huequito para el caos, la lágrima fácil y un señor clímax como manda. Sin embargo, Hansen-Løve escribe con finura, supera los raíles del drama fácil y nos entrega una película desmaquillada, que habla bajito para no despertar a quienes aún duermen, en las primeras horas de una bonita mañana.
Mariona Borrull
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