Quo Vadis? (1951)
Bud Spencer hizo su debut nada menos que en este clásico del 'peplum' dirigido por Mervyn LeRoy, donde compartió escena con Peter Ustinov en el recordado papel de Nerón. Sin embargo, el italiano, que hasta entonces se había hecho un nombre en el mundo de la natación, sólo fue escogido para participar en base a sus atributos físicos, interpretando a un soldado romano sin nombre ni diálogo.
Dios perdona... yo no (1967)
Al poco de cambiarse su nombre original, Carlo Pedersoli, por el de Bud Spencer -producto de su admiración por la cerveza Budweisser y el actor Spencer Tracy-, nuestro hombre participó por primera vez en un 'spaghetti-western'. Como muchos otros filmes de la época, Dios perdona... yo no se aprovechaba sin disimulo del reciente éxito de Por un puñado de dólares (1966), pero supuso un punto de inflexión en la carrera de Spencer al conocer en él a su "media naranja cinematográfica": Terence Hill (alias de Mario Girotti).
Le llamaban Trinidad (1970)
Spencer y Hill interpretaron a Trinidad y a "Niño" en su primer taquillazo, otro 'spaghetti-western' que, al contrario que la mayoría de filmes del género, tendía mucho más al humor autoparódico. Le llamaban Trinidad sentaba así las bases del tipo de cine por el que la pareja se haría famosa en los próximos años, introduciendo por vez primera los célebres mamporros, y acompañados de ese sonido tan característico.
Le seguían llamando Trinidad (1971)
El monumental éxito de la primera parte motivó la inmediata producción de una secuela, que superó todas las previsiones y, aún hoy, resiste como la película italiana con más entradas vendidas de la historia de su país. Tal fue su relevancia que posteriormente se realizó una tercera entrega, Trinidad y Bambino: tal para cual, en la que no aparecían ni Spencer ni Hill, sino que la protagonizaban los hijos de sus personajes.
También los ángeles comen judías (1972)
El actor cambió momentáneamente de pareja cinematográfica para este filme que, pese a estar ambientado en los EE.UU de la Gran Depresión, conservaba varios de los rasgos de sus primeros 'spaghetti-westerns' -como, claro está, los omnipresentes mamporros. En este caso, su compañero fue Giuliano Gemma interpretando al encantador vagabundo Sonny, que decidía unirse con el luchador Charlie (Spencer) para escalar posiciones dentro del crimen organizado.
Y si no, nos enfadamos (1974)
Otra de las películas más populares del dúo Spencer-Hill, Y si no, nos enfadamos fue rodada en su mayor parte en nuestro país, con la presencia de numerosos profesionales españoles en el equipo de producción. En esta ocasión, la pareja interpretaba a Ben y Kid, unos amigos aficionados al automovilismo que trataban de que un capo de la mafia les comprara un bólido idéntico al que habían perdido por culpa de sus matones. Dicho capo preguntaba "¿Y si me niego?", a lo que Ben y Kid contestaban la frase que da título al filme, e iniciaban una venganza tan violenta como divertida.
El soldado de fortuna (1975)
Spencer siguió explorando épocas en este filme donde interpretaba a Ettore, un mercenario sin demasiados escrúpulos que trataba de ganarse la vida en plena Edad Media. En cierto momento de la trama, acababa en un castillo asediado por tropas francesas, y debía decidir a qué bando le convenía más ofrecer sus servicios. Un argumento muy similar a, volvemos a ella, Por un puñado de dólares -basada a su vez en Yojimbo, de Akira Kurosawa-, y que mostraba que Spencer nunca perdía de vista su género fetiche.
Dos súper-policías (1976)
Spencer y Hill interpretaron en esta celebrada comedia a Wilbur y Matt, dos delincuentes que cometían el error de entrar a robar en una comisaría pensando que era un supermercado. Como resultado de dicha confusión, ambos acababan siendo reclutados por el cuerpo, transformándose en dos policías de métodos bastante poco ortodoxos.
¡Puños fuera! (1979)
En esta ocasión, la pareja cinematográfica de Spencer pasó a ser Bodo, un niño zulú cuyo padre acababa de ser asesinado. De este modo, el actor se transformaba en una improbable figura paternal para él, despertando una gran ternura en el espectador sin, por supuesto, escatimar la dosis de peleas, guantazos y bofetadas que ya era habitual en su filmografía.
Estoy con los hipopótamos (1979)
Las aventuras de Spencer y Hill se trasladaban a África en esta entretenida película de aventuras, donde los inseparables actores interpretaban a dos primos que trabajaban en una empresa de turismo en medio de la jungla. Un trabajo pacífico que no tardaban en dejar de lado para enfrentarse a una banda criminal que trataba de exportar animales de manera ilegal, demostrando que su tendencia a utilizar los puños no impedía que además sintieran un gran amor por la naturaleza.
El sheriff y el pequeño extraterrestre (1980)
Spencer volvió a contar con un niño como pareja en este exitoso filme familiar que tendría secuela, y en la que interpretaba al entrañable sheriff Joe Scott. En la primera parte, Scott era un hombre escéptico y malhumorado que no creía en extraterrestres, algo que empezaba a cambiar según conocía a un pequeño que afirmaba ser uno, y que era perseguido por los militares.
Quien tiene un amigo, tiene un tesoro (1981)
El conocido director de 'spaghetti-westerns' Sergio Corbucci fichó a la pareja para protagonizar una frenética película de aventuras que tenía como escenario el final de la Segunda Guerra Mundial. Durante el conflicto, ambos habían conseguido a hacerse con el mapa de un tesoro perteneciente al ejército japonés, y trataban por todos los medios de encontrarlo mientras eran perseguidos por gángsters, nativos y soldados.
Banana Joe (1982)
Por primera vez en su carrera, Spencer decidió encargarse de la escritura de una película suya, y Banana Joe fue la elegida, formando parte de su equipo de guionistas. En ella, el actor encarnaba a un bonachón comerciante de plátanos que, tal y como sucedía en muchas otras de sus películas anteriores, tenía ciertos problemillas con la mafia.
Dos súper-policías en Miami (1985)
Pese a lo que se pudiera pensar viendo el título que recibió en España, esta comedia policíaca no suponía una secuela de Dos súper-policías, sino que introducía a personajes totalmente nuevos en el siempre atractivo ambiente de Miami. Dado que tanto Spencer como Hill casi siempre encarnaron a personajes similares a lo largo de su carrera -uno representando la fuerza bruta, otro la inteligencia canalla-, el título español no dejaba de ser extrañamente apropiado.
Y en Nochebuena... ¡se armó el Belén! (1994)
La última colaboración con Terence Hill dio pie a una de sus películas más excéntricas, cuyo argumento se centraba en una desastrosa cena de Navidad en el Salvaje Oeste. A ella, acudían tanto Moses como Travis, dos hermanos que no se soportaban pero que intentaban dejar sus diferencias a un lado para hacer feliz a su madre, y pasar así una velada sin sobresaltos. No lo conseguían.