Rodrigo, tras quince años viviendo en Madrid, regresa a Buenos Aires para asistir al funeral de su padre, un reconocido pintor. El viaje lo enfrenta con un pasado que creía haber dejado atrás, mientras lidia con el dolor de la pérdida y la responsabilidad de gestionar más de dos mil obras que su padre dejó en su antiguo taller.
La presencia de su familia y el ambiente artístico en el que creció lo sumergen en una mezcla de recuerdos y emociones que complican aún más el duelo. El legado de su padre lo obliga a reflexionar sobre las expectativas familiares.