Debido a las restricciones impuestas durante una crisis sanitaria global, Inma se enfrenta a una situación aterradora: la muerte repentina de su pareja, que en vida fue su maltratador. En un entorno aislado, donde las medidas de cuarentena dificultan cualquier asistencia inmediata, Inma se ve obligada a convivir durante 48 horas con el cadáver de aquel que marcó su vida con violencia y miedo.
Este inesperado confinamiento le da pie a una confrontación profunda con su pasado, los ecos del abuso, y una posibilidad única de reflexionar sobre su propia supervivencia y resistencia.