La iglesia de cristal
por Eulàlia IglesiasEl objetivo de Oscar y Lucinda, los dos protagonistas que dan nombre a esta película de Gillian Anderson, parece una locura sacada de una película de Werner Herzog: pretenden arrastrar una iglesia de cristal por media Australia para proporcionarle un techo a un cura condenado al exilio. El origen de la historia sin embargo se encuentra en la novela homónima de Peter Carey.
Anderson intenta llevar a cabo una historia a la vez poética y apasionada en torno a dos almas que no encajan en sus respectivos entornos, un cándido sacerdote y una mujer adelantada a su tiempo, que conectan por ser ambos ludópatas y que se distinguen por su extravagante y colorista apariencia. La cineasta no consigue calibrar en su justa medida estos registros en esta fábula con demasiadas ganas de resultar bonita sobre un hombre puro cuyo objetivo de entregar un bello regalo se ve aguado por la crueldad de la Inglaterra colonialista y puritana del siglo XIX.
A favor: la combinación de juego, religión y amor.
En contra: demasiado preciosista.