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    La boda de mi mejor amigo
    Críticas
    3,5
    Buena
    La boda de mi mejor amigo

    Las comedias románticas se quedaron en los 90

    por Nestor Hidalgo

    En 1994, dos comedias románticas de factura sencilla y ambición discreta tomaron por sorpresa a Hollywood con su gran éxito, cocinado fuera de sus dominios. Se trataba de la británica 'Cuatro bodas y un funeral' y la australiana 'La boda de Muriel'. Ambas engendraron una raíz bicéfala sobre la que se sustentarían los códigos, recursos y automatismos del género durante al menos el siguiente decenio, con el guionista de la primera, Richard Curtis, como máximo representante. Sin embargo, fue P.J. Hogan, director y guionista de la segunda, quien terminó firmando la máxima destilación del subgénero "comedia de bodas" con su film inmediatamente posterior, 'La boda de mi mejor amigo'; un vehículo para el lucimiento de Julia Roberts al que la propia "Novia de América" atrajo al realizador.

    El libreto de la película bien podría servir como una guía práctica de los arquetipos dramáticos de la comedia romántica durante los 90 (el anclaje estético a dicha época también es notorio y particularmente chirriante visto hoy en día): Julia Roberts es la protagonista enamoradiza-fracasada-adorable ideal (casi una Carrie Bradshaw 'avant la lettre'; no dudaría en incluirla en un Top 5 de sus actuaciones), Dermot Mulroney es el soso y olvidable (¿quién?) partenaire masculino y Cameron Diaz (la rubia pija y tonta) y Rupert Everett (el carismático amigo gay) ejercen a la perfección su cometido de secundarios robaescenas. Hay canciones, bailes y final feliz con beso. ¿Qué más se le puede pedir al género?

    A favor: La desvergüenza musical, una gran secuencia de karaoke y el tímido tonteo con el humor físico.

    En contra: La sobreutilización formulaica la ha dejado tan previsible como cualquier menú de boda.

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