Este film trata las dificultades propiciadas por un amor que se contrapone al propio deber, consumiendo así la vida de unos amantes más la de aquellos que giran a su alrededor. Tras la muerte de su progenitor y siguiendo sus deseos, la reina Salinas (Carita) asume el reinado de éste y se compromete, de forma pacífica, a compartir el estado de Icena con Justiniano (Don Murray), el General romano, al que Salinas desea ardientemente. Esta decisión enfada tanto a los sanguinarios druidas como a los romanos, hecho que supondrá el comienzo de una cruel y despiadada batalla entre ambos bandos. A medida que los dos gobernantes sienten acrecentar el deseo que los une, sus esbirros comienzan a tramar hazañas que propicien la caída de sus dirigentes. De esta forma, el fiero Octavio (Andrew Keir), quien pretende dominar la antigua Gran Bretaña basándose en crueles y radicales artimañas, decide ponerse al mando para luchar contra Salinas y todo su ejército.
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