Atrás quedan los amores del Sr. Chow y el paisaje asiático. Esta vez el director chino Wong Kar-Wai se ha desplazado hasta los snack bar americanos con actores de Hollywood, acompañados por la cantante Norah Jones, para rodar My blueberry nights. Para los que no conozcan el cine de este autor periférico de impacto internacional y esperen una típica comedia romántica se van a llevar una (esperemos, grata) sorpresa y para los familiarizados con sus temáticas, encuadres y narrativa podría considerarse una obra ligera en su filmografía. Una historia levemente salpicada por el amor, ligado a la recurrente infidelidad, que recoge a lo largo del metraje las vidas de diferentes personajes. La barra del bar se convierte en el diván del psicólogo y la desesperación de la situación particular de cada uno le lleva a confiarse al que le sirve las copas, algo que, a diferencia de la cultura china, sí permite la americana. La trama no se reviste de la dureza de otras ocasiones y la ingenuidad de este filme se integra muy bien con en el momento del estreno. Llega con un año y medio de retraso a nuestras salas y se convierte en una película de Navidad, sin nieve ni Papá Noel, pero con una historia sencilla, relativamente familiar al imaginario cinematográfico al que estamos acostumbrados y que, en definitiva, deja un buen sabor de boca (y nunca mejor dicho
). Wong Kar-Wai en los Estados Unidos, sin Christopher Doyle y hablando en inglés ¿el resultado? Una historia que no sobrepasa emocionalmente la pantalla pero que es el soporte de unos colores, encuadres y artificios que convierten a My blueberry nights¸ como otras películas de la misma firma, en una delicia para la vista.