"La Noche de los Muertos vivientes" es un referencial clásico de terror, dirigido por George A. Romero. Un extraño fenómeno está haciendo que los muertos se levanten de sus tumbas, ataquen a los vivos y los devoren. Mientras Barbara apenas logra escapar del ataque de uno de estos seres, la chica llega a una casa supuestamente abandonada, en donde unirá fuerzas con Ben, una pareja y una familia con una hija para hacer frente a la crisis, pero la diferencia de carácteres pondrá la situación fuera de control. La película tiene el gran mérito de presentar como un hecho cotidiano, casi como una anécdota, una situación que se debate entre lo real e irreal y que se convierte en la expresión misma del horror, cuando Barbara y su hermano Johnny se dirigen a una pequeña localidad de Pennsylvania para visitar la tumba de su padre. En el cementerio son atacados por un extraño hombre, que termina asesinando a Johnny. Al escapar, Barbara encontrará refugio en una casa abandonada, en donde al final encontrará a otros supervivientes, Ben y la familia Cooper, además de la pareja de Tom y Judith, con quiénes intentará sobrevivir a una horda de lo que se darán cuenta más tarde, son algo parecido a muertos vivientes.
Son muchas las razones por las cuales esta cinta es considerada un punto de inflexión en el cine de terror, y en cierta forma piedra angular en el cine de terror moderno. Además de presentar un escenario apocalíptico que coquetea con lo real y lo fantástico, en especial considerando hipotéticas condiciones que la alzan como un film innovador y transgresor de su tiempo. Creando un nuevo subgénero en el terror cinematográfico, que en sus inicios no pretendía establecer directrices, pero que conforme el impacto de la película y otros films posteriores que lo imitaron, terminaría por sembrar la semilla de uno de los terrores más explícitos, el de ser atacado, devorado y contagiado por muertos vivientes. Al respecto, bien vale decir que el director, patentaría un tipo de amenaza de brutal efectividad, que él nunca identificó con la palabra “zombi” como errónea y masivamente se le denominó, sino como una suerte de muertos resucitados que devoraban personas. En ese sentido, se trata de entidades que no sólo deambulan sin una voluntad propia o la de una mente externa, sino que son movidos por una incontrolable hambre de devorar a los vivos. Por lo tanto, más bien deberíamos hablar de “muertos vivientes” y no de “zombies” tradicionales.
Y es esta particular característica, la de padecer de un incontrolable y voraz apetito por devorar a los vivos, con la cual terminará por convertirse en un ejemplo supremo de trangresión visual, al exponer uno de los crímenes más abominables de la raza humana, el canibalismo, en cuanto el espectador tenderá a no separar muertos vivientes de humanos vivos, relacionándolo de cualquier forma con una conducta execrable. Estos muertos vivientes se mueven lento y parecen estar en un trance neurológico, pero son caníbales, devoran parcial o completamente a sus víctimas, y son inmunes a las balas y mutilaciones, a menos que se les ataque directamente en la cabeza, en donde se debe destruir el cerebro, el único motor que parece funcionar en su estado de muerto caminante. Otro elemento fundamental en la concepción de terror, es que el fenómeno sea impredecible y prácticamente imposible de detener. Además del hecho de que la sociedad no esté preparada, ni por si acaso, para enfrentarse a un escenario apocalíptico tan brutal y desolador como supone el contagio inmediato y masivo que propone el film, está el hecho de se desconozca sus orígenes y antecedentes, que no exista una cura para controlar y acabar con esta epidemia, y que la población civil sea la más vulnerable a la amenaza.
Las actuaciones son correctas, Romero explora los alcances de las diferencias raciales, primero en la relación obligada entre Ben, encarnado por Duane Jones y Barbara interpretada por Judith O'Dea, donde nunca terminan simpatizando, pero principalmente en la difícil relación de Ben y Harry Cooper. En la primera, incluso cierto sector feminista de la sociedad críticó el personaje y papel de Judith O’Dea por considerarlo demasiado pasivo. En la segunda, donde claramente el director se explaya más en su discurso social y racial, asistimos a la tensión de dos hombres que pretenden ser líderes, donde resalta evidentemente una tremenda tensión racial. Ciertamente, Ben, que inicia en el guión como un hombre con las cosas claras, consciente y solidario con Barbara, termina degenerando en el afán de mantener el control grupal en un matón de barrio que abofetea mujeres histéricas y asesina al rival ideológico, pero en la esquina contraria tenemos a Harry, notablemente interpretado por Karl Hardman, que representa la traición espontánea, la falta de compromiso consciente y el egoísmo de la raza blanca en desmedro de la negra. Por otra parte, en el reparto secundario encontramos a Marilyn Eastman como Helen Cooper, esposa del egoísta padre de familia blanco. A Keith Wayne y Judith Ridley como la pareja de novios, Tom y Judy, respectivamente. Bill Hinzman, encarnó al famoso caminante que ataca a Barbara y a su hermano Johnny, quién a su vez fue interpretado por Russell Streiner.
En definitiva, un film imprescindible en la historia del cine de terror por su impronta, innovación y transgresiones de estructuras narrativas y visuales, que se ha ganado merecidamente un lugar también en el cine en general por el análisis social y crítico que realiza de la conducta humana en instancias superiores de desesperación. No disimula su tosco amateurismo formal. Al contrario, lo potencia y lo convierte en baza favorable. Tampoco disimula los trucos, el abundante efectismo, la exageración de lo tremendo, que funciona. Que pese a su tosquedad, esta película ejerza tal fascinación en el espectador seguramente se debe al mensaje subliminal, de que vecinos y conciudadanos son en realidad unos caníbales contagiosos.