Crítica de SensaCine.com para Tocando el viento: Cine social con una sonrisa

Durante los noventa el cine británico continúo con su arraigada tradición de cine social pero introduciendo un corto humorístico que difería en gran medida del tono más cínico y seco de los ochenta. En gran medida, este cambio coincidió con la llegada de Blair al poder, cuando las cosas parecían mejorar para el país. Evidentemente seguía habiendo problemas, y muchos, pero la manera de acercarse a ellos en el cine británico más comercial tendía hacia parámetros ciertamente más liviano. También cuando, como en el caso de Tocando el viento miraban hacia atrás, en este caso a la época de Margaret Thatcher y al cierre de las minas de carbón. Así, Mark Herman, director y guionista de la película, conjuga una película dramática con toques cómicos para adentrarse en una población que se refugia en un concurso nacional de música para que la banda, con más de un siglo de existencia, no desaparezca.

Tocando el viento se alza como una película necesaria en su contenido pero demasiado lacrimógena en determinados momentos, dejando siempre la sensación de que Herman juega a la concienciación mediante elementos emocionales persuasivos antes que mediante la reflexión sobre los hechos. Unos acontecimientos que enervan al espectador pero que no van más allá del mero recuento de los mismos. Pero como comedia funciona y, sobre todo, en la capacidad del cineasta de mostrar a un pequeño grupo social y su vida cotidiana. En esto, sin embargo, Herman sí logra retratar perfectamente cómo una decisión a todas luces injusta pone en peligro a decenas de familias. Tocando al viento puede que posea demasiadas concesiones, pero también es cierto que posee un tono humilde en el que se intenta abordar los grandes discursos mediante la narración, y lo consigue en la mayor parte de su metraje.

A favor: Los actores y el retrato de la comunidad y el momento.

En contra: Que a Herman en ocasiones se le va la mano y cae en lo lacrimógeno.