Tras el fiasco que supuso la inesperadamente sosa "Superman Returns" (Bryan Singer, 2006) y, por otro lado, las excelentes críticas cosechadas por la Trilogía del Caballero Oscuro durante los últimos años, era de esperar que Warner y DC Comics hicieran todo lo posible por seducir a Christopher Nolan para que resucitara la figura del superhéroe de Krypton, que, a pesar del excelente recuerdo que nos dejó en la retina el primer "Superman" (Richard Donner, 1978), hay que reconocer que se había quedado un tanto añeja…
Nolan, embarcado en otros proyectos –acaba de comenzar la preproducción de la ambiciosa Interestellar, que llegará a las salas a finales de 2014- , firma el libreto –junto a su ya habitual David S. Goyer- y la producción y cede la batuta a Zack Snyder, responsable de la muy exitosa "300" (2006) o la aburridísima "Watchmen" (2009), entre otras, para hacerse cargo de este peculiar reboot del mítico icono creado hace ya más de ocho décadas por Jerry Siegel y Joe Shuster. Así, Nolan y Goyer vuelven a recurrir a algunos elementos explotados en su particular visión sobre el justiciero de Gotham, principalmente un estudio mucho más psicológico y verosímil de los personajes, lo cual enriquece enormemente el libreto: a lo largo de la película, y a través de hábiles flashbacks, conoceremos las dificultades de adaptación que sufrió el joven Clark Kent, incapaz de comprender sus propios poderes ni el punto de vista de sus padres –algo muy propio de la pubertad, por cierto- , el conflicto dramático de sus progenitores biológicos –obligados a desprenderse de su primogénito, único hijo biológico de Krypton, ante el convencimiento del fin de su civilización- o la obsesión del villano de la función, marcada a fuego en su propio ADN, por recuperar un mundo ya extinto a cualquier precio.
Sin embargo, lo que aparentaba ser un lujoso blockbuster de altos vuelos, resulta ser un alegato algo sonrojante sobre el american way of life y, más concretamente, de las más arraigadas tradiciones republicanas, desde la familia –los Kent son el modelo idílico de familia humilde, rural y trabajadora, incluso el mismo Kal-El afirma ser “tan americano como el que más, ya que ha pasado toda su vida en Kansas” (sic)- hasta la religión –el héroe no sólo busca consejo en las palabras de un párroco, sino que está dispuesto a inmolarse por la salvación de la Humanidad (!)- , hasta su obsesión por el 11-S: jamás había visto tal cantidad de rascacielos destruidos en una sola película, y todos ellos como consecuencia de un ataque proveniente de los cielos…
Si pasáramos por alto estas, digamos, obsesiones mostradas sin rubor ninguno, lo cierto y verdad es que "El Hombre de Acero" es un eficaz entretenimiento en el que todos los elementos artísticos –impresionante elenco con un muy notable Henry Cavill a la cabeza- y técnicos –estupenda la fotografía de Amir Mokri y sobresaliente el score de Hans Zimmer, con el equilibrio justo entre lo sutil y épico- funcionan perfectamente, y que nos regalan algunos momentos absolutamente brillantes –el rescate en la plataforma petrolífera, el accidente de autobús, la muerte de Jonathan Kent- . Pero no alcanzo a comprender por qué Snyder se empeña en estropear una potencialmente magnífica aventura con una realización totalmente errónea –esa constante y exageradamente nerviosa cámara al hombro, esos zooms imposibles, esos montajes atropellados en las escenas de acción- trufada además de detalles ya vistos en multitud de películas: así, sin mucho esfuerzo, encontramos similitudes entre el vestuario de los malos con el de algunos personajes de "Thor" (Kenneth Branagh, 2011), algunas naves nos recuerdan a las de "La guerra de los mundos" (Steven Spielberg, 2005), el ataque a Metrópolis es muy "Independence Day" (Roland Emmerich, 1996) y el combate final entre héroe y villano es un calco del clímax de "Matrix Revolutions" (Larry & Andy Wachowski, 2003). Y eso por decir sólo cuatro ejemplo a volapluma…
"El Hombre de Acero" cumple como entretenimiento palomitero, sí, pero todo huele a ya visto y conocido, y deja con una cierta sensación de que podía haber ido mucho, mucho más lejos. Agradezcamos, al menos, el que se haya restituido a su protagonista al Olimpo de los superhéroes, de donde nunca debió apearse.
Recomendado para aficionados a los entretenimientos aparatosos.