Contraluces del alma centroeuropea
por Eulàlia IglesiasDe entre todos los homenajes que ha llevado a cabo Woody Allen a sus géneros, corrientes y cineastas preferidos, 'Sombras y nieblas' es el pastiche a la vez más evidente y menos conseguido. El de Nueva York lleva a cabo una película al estilo de los films de raíz expresionista. No tanto en su vertiente más estrictamente caligariania (aquí no hay decorados distorsionados ni maquillajes histriónicos), sino en la que practicaron cineastas como Murnau o Fritz Lang: aquel en que el uso de una iluminación muy contrastada, la fotografía antinaturalista, la localización en interiores o en exteriores claustrofóbicos y nocturnos devienen expresión de unas almas torturadas o un ambiente enfermo.
Allen también rinde homenaje a la literatura angustiada de Franz Kafka a través de su propio personaje y al Ingmar Bergman de 'Noche de circo', más el resto de cineastas que recogieron la tradición expresionista. Y lo hace con uno de los repartos repletos de nombres conocidos habitual de su cine de los noventa: aquí conviven Madonna con Wallace Shawn, John Malkovich con Donald Pleasence, Fred Gwynne con Kathy Bates… Sin embargo 'Sombras y niebla' tiene más de ejercicio de estilo relleno de los tics del cine de Allen que de película que entronque con la tradición a la que remite. A pesar del gran trabajo del director de fotografía Carlo di Parma y a pesar de contra con Danny Elfman, el compositor habitual de Tim Burton (el cineasta neoexpresionista por excelencia).
A favor: el grupo de prostitutas.
En contra: Mia Farrow y Woody Allen son, curiosamente, quienes encajan menos en el registro del film.