"La esperanza es un error. Si uno no arregla lo que está roto, se vuelve loco".
Qué gusto poder confirmar que no está roto, que sí te volverás loco y que la esperanza permanece a salvo y a buen recaudo pues mantiene un nivel alto, de cumbre elevada que se mantiene intacto y en la cima conforme ruedan los minutos y las escenas.
Sin duda alguna, ha mejorado el recuerdo que se tenía de la misma ya que ése era mi gran temor, mancillar la memoria sabrosa de un clásico que permanecía intacto en un reciclado pretérito que la convertía en eterna y perfecta pero no, George Miller ha conseguido realizar un espectáculo inmenso, voraz, excéntrico y suculento, delicia visual que nunca se sacia de absorber fotogramas impactantes, demoledores y penetrantes que eclipsan tu mente y entretienen a unos ojos que no se cansan de mirar y descubrir, un oído saturado de estruendos geniales, un paladar encantado de degustar, tastar y engullir un menú espléndido, de ingredientes esperpénticos y atroces, donde la imaginación para inventar tribus, obreros, esclavos y líderes baila al son de una creatividad ingeniosa que deja volar su fantasía sin miedo a acercarse al astro rey, el sol, pues sus alas resisitirán y serán capaces de volar con la misma, o mayor, intensidad.
Magistral mezcolanza de bailes exóticos y dispares que se unen en sintonía deliciosa de inteligencia suprema para percibir, con notable nota, su compás frenético y adrenalina veloz, cuya rítmica partitura enriquece a un ávido espíritu receloso de más, de que no baje el telón y continúe el explosivo desconcierto de aceleración perpetúa y loable magnificencia.
La esperanza y la redención como motor de un vehículo que se mueve por si mismo con pasión, frenesí, armonía y una conjunción magistral que alimenta los cinco sentidos con esmero y arte de un satisfecho gusto que, por una vez, ve colmadas todas sus necesidades; fábula de supervivencia de una humanidad maltratada que sigue latiendo en su devastado corazón; soberbía coreografía de caos y desmadre que sabe lo qué quiere, a dónde va y cómo llegar.
La lucha por la libertad, las injusticias y la tierra prometida, cuento conocido mas viejo que Jesucristo aunque, las nuevas tecnologías y los tiempos que vivimos permiten explotarlo con más emoción y hazaña, intrepidez y carisma que en el recordado pasado pues, las comparaciones son odiosas e inevitables si se conoce a los parientes y, aquí la familia no sólo se libra del cuchillo afilado, del látigo inquisidor y de la lanza directa al corazón sino que, recibe merecidas alabanzas y flores por un meritorio trabajo que evoluciona de menos a más, que inicia su andadura con escasa gasolina, de interrogante rumbo y desconocido destino, para llegar a manantial de agua agradecida que sabe a gloria bendita, donde es clara la mayor solidez del papel femenino/donde es evidente la fuerza silenciosa del héroe masculino, resistente Charlize Theron/superviviente Tom Hardy, un dueto fantástico que se coordinan con la sabiduría de compartir trono y no competir por sitio e importancia -aunque sea obvio quien predomina-, que son la fulgurante alma de una melodía instintiva que sabe de quién nace y cómo mejorar la especie.
Vestuario, maquillaje, efectos especiales y visión futurista, todos unidos en una catastrófica hecatombe con la que lidiar que encuentra lugar para el ánimo, la hermandad y la ayuda mutua, solidaridad que hace fuerte al grupo pues, por separado nos hundimos pero, con ayuda del que está al lado, te levantas y haces camino.
"Me llamo Max", loco o cuerdo pero siempre Max, fabuloso ave fénix, vuelto de las cenizas para confeccionar un traje con el mismo porte pero más acorde con la época y la edad, fisonomía que luce sus mejores galas para dar la bienvenida a la nueva generación y mantener contentos a quienes vieron nacer al padre de la criatura, todos felices siéntense en las butacas y disfruten de la pantalla que el teatro ha sido preparado con sumo cuidado, esmerado detalle y mucho afán de agradar, para gustos no hay nada escrito y opiniones las hay tantas como colores pero, negar la gloria de lo visto es ¡faltar a la verdad!