En 1979, el australiano George Miller se estrena en la dirección con Mad Max: Salvajes de autopista, una película de gran éxito que se convertirá en referente de la ciencia ficción y de películas de temática post apocalíptica. Tal fue su impacto que le siguieron Mad Max 2: El guerrero de la carretera, en 1981, y Mad Max: Más allá de la Cúpula del Trueno, en 1985, todas ellas grandes éxitos que sirvieron para encumbrar la carrera de su protagonista, Mel Gibson. Treinta años después, el propio George Miller retoma su personaje y vuelve con una cuarta entrega y, contra todo pronóstico, consigue que sea una experiencia cinematográfica brutal.
[...] George Miller consigue crear un universo propio, donde en unas pocas escenas nos ponen al día de cómo están las cosas, y donde la escenografía y los personajes nos ofrecen toda la información que necesitamos conocer para que la aventura sea sólida y atractiva. Apenas hay diálogos ni conversaciones largas, sin embargo disponemos de toda la información necesaria a través de sutiles detalles que cada personaje va dejando según se desarrolla la trama. Otro de los factores que hace grande esta producción es que las escenas de acción se han realizado a la vieja usanza, es decir, con especialistas y reduciendo al mínimo el uso de los efectos especiales, y eso le da un punto de verdad que hacía tiempo no veíamos en pantalla, todo sin perder emoción ni espectacularidad.
La cinta no es un reboot de la saga, es una nueva entrega con cambio de protagonista (algo habitual en James Bond). George Miller consigue mantener el espíritu de la trilogía, nadie mejor que él para conseguirlo, una sociedad basada en la violencia extrema, donde la vida humana vale poco y las tribus dominantes luchan por controlar los recursos naturales. La mercancía de mayor valor ya no parece ser la gasolina, sino el agua y la vida en sí misma, o los seres capaces de crearla, mujeres perfectas (por dentro y por fuera) capaces de traer niños sanos a este mundo. Las mujeres están llamadas a ocupar un papel muy importante en esta sociedad individualista y deshumanizada, ellas representan la esperanza y la vida (simbolizadas en las semillas) y están dispuestas a luchar y morir por su libertad.
Sin ninguna duda la protagonista absoluta es Charlize Theron (de hecho es su rostro el que destaca en el cartel promocional), es ella quien desencadena los acontecimientos y se las apaña bastante bien sin la ayuda de Max, aunque juntos son imparables. Ella no busca tanto libertad o esperanza como el resto de mujeres, sino la redención y poner fin a su dolor. A pesar del título, Tom Hardy se limita a acompañarla, en parte por no tener otra opción ya que ambos huyen del mismo enemigo. Hardy es uno de los actores de más talento de su generación y cumple con creces las expectativas, un tipo atormentado por su pasado, escaso en palabras pero capaz de transmitir una amplia gama de sentimientos gracias a un perfecto uso de su gestualidad.
Acción sin tregua desde el primer minuto, persecuciones, derroche de monster trucks, violencia y brutalidad extremas. Pero también una bella fotografía donde predominan los colores cálidos, unos personajes bien dibujados con motivaciones creíbles y una segunda lectura llena de reflexiones filosóficas sobre la vida, la muerte, la redención y a donde se encamina la sociedad.