"Tiburón" es un clásico de terror “animal” dirigido por Steven Spielberg, considerado su primer gran éxito comercial y uno de los blockbuster más taquilleros de la historia del cine. La pionera del cine de animales peligrosos. Ese animal que nunca nos dejará de sorprender, esa aleta que se asoma en la superficie para inspeccionar, esos siete metros que puede llegar a medir, esos ojos negros sin vida, esos afilados cuchillos que tiene como dientes. A pesar de contar con poco presupuesto, y no contar con unos impresionantes efectos especiales, es mucho más atractiva que otras muchas cintas que se han producido sobre tiburones. Cuando nos adentramos en el mar, fijo que a todos se nos ha pasado por la cabeza, al menos una vez, esa primera escena, en que la víctima es la joven chica que acaba siendo devorada por el tiburón, acompañada de esa banda sonora tan fantástica.
El jefe de polícia Brody se une a un biólogo marino y un cazatiburones para hacer frente a una enorme bestia asesina en las playas de Amity Island, después de los intentos del alcalde de la localidad, Larry Vaughan, por esconder evidencia de ataques de escualos, que pudieran mermar el flujo de veraneantes. Desde el primer segundo en cuanto empieza el filme, se desata la adrenalina con esa tonalidad ya clásica, que suena mientras el tiburón está en primera persona en las profundidades del mar. Solo oír esa melodía, tu cerebro es capaz de relacionar que algo va a pasar, a pesar de que un astuto Spielberg, nos hace pensar dicha sensación en uno de los supuestos ataques del maligno animal, que acaba siendo una broma de mal gusto de unos críos. El realizador sorprendió al mundo entero al crear algo más que una cinta veraniega provocando los temores de los espectadores haciendo que reflexionaran antes de irse a la playa. El director logró crear un simpático film, cuya primera parte prima mucho más la intriga donde se juegan más los elementos psicológicos como sí de un thriller se tratara, haciendo que el espectador se sumerja del todo en su historia tratando de imaginar el aspecto del tiburón y maravillándose con el increíble y pintoresco plantel de personajes que la trama nos ofrece.
La cinta contiene escenas soberbiamente filmadas cuya brillantez y elegancia permanecen después de los años. La segunda parte la película se convierte más en un intrépido film de aventuras con la aparición y la caza del escuálido mostrando la increíble habilidad del realizador en mezclar los géneros. Lo mejor de todo no es únicamente eso, sino que el aspecto de la criatura sigue siendo tan demoledor e impresionante como la primera vez que apareció en pantalla, ofreciendo además numerosos sobresaltos. Cuenta además con una inolvidable banda sonora, cuyo tema principal ya ha pasado en los anales de la histórica. Nos atrapa con la angustia y la tensión que produce el escualo, cuando no existían los efectos especiales digitales, el cineasta maneja con maestría las constantes del género, el montaje, los insertos, las tomas bajo el agua, la cámara subjetiva. La película discurre por cauces ortodoxos: la presentación de personajes, panorámica sobre el agua en el lugar donde sucederán los hechos, y el primer ataque del voraz depredador que sirve como prólogo al desarrollo de los acontecimientos dramáticos, todo ello durante la primera parte del film, para pasar seguidamente a la busqueda del escualo asesino, siempre con un lenguaje clásico para ofrecer al mismo tiempo, algunas de las soluciones expresivas más imaginativas de toda la filmografía de Spielberg.
Las actuaciones son impecables, pero la palma se la lleva Robert Shaw, con una sorbebia interpretación. Aunque destacarlo sobre el resto de actores es algo injusto, pero para mi es, junto con Roy Scheider y Richard Dreyfuss la salsa de la película. Un trío protagonista imprescindible, cuyas dotes interpretativas convincentes por la sencilla razón de que son creíbles en todo momento. Empezamos por Roy Scheider como el Jefe Brody, con hidrofobia por bandera y embutido en una aventura que no podrá controlar y le obligará a enfrentarse a sus propios fantasmas y miedos. Seguimos con Richard Dreyfuss como Matt Hooper, el científico marino cuya forma de ser da ese tono afable y necesario tanto para el personaje como para la historia. Y por último contamos con Robert Shaw como Quint, el lobo de mar empedernido que tiene mar en vez de sangre en las venas y cuyo personaje podría pasar por un Capitán Acab de nuevo cuño cuyas ansias de dar caza al escualo tienen más de venganza personal que por una recompensa en sí. Los tres son un cómputo de caracteres distintos y necesarios para dar forma a una historia sencilla, directa, llena de emociones, sentimientos y a la vez razones para cazar a un monstruo que no siente dolor ante nada ni nadie. El reparto secundario está conformado por Murray Hamilton, el cual hace una actuación notable. Y en cuanto a Lorraine Gary se puede decir que está bastante discreta.
En definitiva, piedra angular de su subgénero y probablemente una de las más reconocidas y emblemáticas películas del género, con cierto mensaje crítico a pesar de su categoría de “blockbuster”, a partir de la cual se generarían diversos films. Una película terrorífica, asombrosa, con grandes actores y algunos de los mejores efectos especiales que han existido. Una banda sonora memorable, que todos recordaremos. Salvo un par de momentos puntuales, llegas a preguntarte si el tiburón es real. Un cóctel de aventuras y sobresaltos brillantes, única e incomparable, todo un film de terror imperecedero. Con un notable montaje y trabajo de producción, el cual se convirtió en un fenómeno social que provocó que las playas se poblaran de medrosos bañistas. Fue posteriormente imitada hasta la saciedad, seguida así mismo por unas secuelas muy inferiores.