Sudor vacuo
por Covadonga G. LaheraEste "remake" del clásico que Alan Parker dirigió en 1980, y que contó posteriormente con una popular serie televisiva, se ha molestado realmente poco en construir un guión firme y una progresión dramática real. En realidad ni siquiera localizamos personajes bien construidos. Tarda largo rato en decantarse por cinco o seis chavales de los 200 seleccionados (de 10.000 presentados) a las pruebas de esta popular escuela de artes escénicas de Nueva York, en la que históricamente son muchos los que han querido convertirse en artistas y lograr un billete de acceso al paseo de la fama.
Sin embargo, al coreógrafo y bailarín Kevin Tancharoen, que debuta con esta en la realización, solo parece interesarle la sucesión de pruebas, ensayos y actuaciones en canto, instrumento, interpretación o danza. También en tales secuencias queda en evidencia su incapacidad para narrar visualmente algo con alma. Los conflictos de/entre los personajes, previsibles y tópicos, parecen simples excusas para justificar esa sucesión de actos de exhibicionismo pseudoartístico. Todo transcurre como una serie de interpretaciones muertas que van acumulándose hasta estallar puntualmente en espectáculos grupales: desde el episodio del karaoke al trío hiphopero que se monta en la escuela. Todo resulta muy vacío e injustificado y logra rizar el rizo con la ñoñería y vacuo "triunfalismo" de los diálogos y discursos desarrollados en la recta final, altamente peligrosos.
A favor: Algún instante coreográfico aislado y la interpretación vocal de la maestra en el karaoke. La extrañeza de ver a Kelsey Grammer (Frasier) como uno de los profesores de la función.
En contra: Su escuálida construcción de personajes, una trama plagada de conflictos mil veces vistos y los discursos finales.