Una fábula épica romana ambientada en una América moderna imaginada. La ciudad de Nueva Roma debe cambiar, lo que provoca un conflicto entre César Catilina, un genio artista que busca saltar hacia un futuro utópico e idealista, y su opositor, el alcalde Franklyn Cicero, que sigue comprometido con un statu quo regresivo, perpetuando la codicia, los intereses particulares y la guerra partidista. Dividida entre ellos está la socialité Julia Cicero, la hija del alcalde, cuyo amor por César ha dividido su lealtad, obligándola a descubrir lo que realmente cree que la humanidad merece.
La caída del imperio Coppola, caótica y excesiva. Un guión metafísico que busca reflejar nuestra sociedad derrochadora y corrompida, un reflejo también del pasado y de cómo la historia de la humanidad se repite. Una película que trata el poder pero también la obsesión. Visualmente es monumental aunque los efectos especiales para mi son demasiado y sinceramente bastante feos, ya que se siente como un croma blando con cero capacidad de inmersión. Muy cargada también de simbolismos y alegorías que se pierden en lo que es un cúmulo de ideas mal planteadas y cohesionadas, las escenas están completamente desconectadas, no tienes claro en ningún momento la temática o el propósito. Y siempre estoy a favor de retar al espectador y de no dárselo mascado, pero esta obra está muy lejos de ser accesible para cualquiera.
La narrativa épica del film marca paralelismos con la caída del Imperio Romano y muestra traiciones familiares, corrupción, vicios y la degradación moral de aquellos que sueñan con reinar. Es el bien y el mal separados por una delgada línea a medida que los personajes ascienden y son derrocados. He visto también cierto paralelismo a la política actual norteamericana sobre todo en el personaje de Shia LaBeouf a la hora de venderse al pueblo para que le voten, siendo todo un espectáculo casi de show, muy parecida a la política actual estadounidense. Es un despliegue arriesgado pero aparatoso, muy arrogante a mi parecer y donde no me cabe en la cabeza que me venda que la solución a los problemas humanitarios/sociales sea un futuro utópico donde el amor y la tecnología ha sanado a la civilización entera. Aunque tampoco lo quiero reducir a eso porque también crítica el materialismo, el vacío espiritual, el populismo... pero francamente densa y liosa.
La puesta en escena es muy teatral y operística, Coppola la habrá liado con otros apartados, pero la cámara la domina y los planos la mayoría son obras de arte, por otro lado la iluminación y la paleta de colores es bellísima. El CGI como ya he dicho es horrible y a veces parece que estás viendo un anuncio de colonia. Y el casting trae grandes estrellas; Giancarlo Esposito está correcto, Jon Voight, Laurence Fishburne y Dustin Hoffman cumplen, y a quienes destaco por encima de todos los demás son a Shia LaBeouf; muy muy bien, y a un Adam Driver como siempre comprometido y entregado, uno de los mejores actores de nuestra generación.
A su modo es una obra única, pero igual de única como puede serlo de cargante, y sabiendo que es la obra más ambiciosa de Coppola, su despedida del cine se queda en un agrio sabor.