¡Hello Afrika!
por Xavi Sánchez PonsDigámoslo otra vez: gracias James Gunn por demostrar que se podía juguetear con el modelo de película de Marvel Studios. Ojo, un modelo satisfactorio y sólido que, eso sí, podría haber caído en el aburrimiento o en la falta de ideas, de no haberse abierto el coco de la renovación con nervio y personalidad propias de los Guardianes de la Galaxia. Tras la experiencia con Gunn, Kevin Feige, arquitecto del universo expandido cinematográfico de la Marvel, ha tomado la sabia decisión de dar una generosa libertad creativa a los directores y guionistas que deciden estrenarse en su cortijo. Black Panther es una buena prueba de ello. Uno de los filmes del MCU más independientes y libres de ataduras.
Dejando de lado su importantísimo valor simbólico (el primer blockbuster de la historia y película de superhéroes mainstream dirigida, escrita y protagonizada casi en su totalidad por afroamericanos), la dupla formada por Ryan Coogler (el artífice de Creed: La leyenda de Rocky) y Joe Robert Cole ofrece lo que en esencia es un relato clásico de aventuras de pura cepa (la nuevas películas de piratas, espadachines o de viajes exóticos, son las de superhéroes) ambientado en el África negra. El dúo Coogler-Cole logra varios milagros: encajar con acierto y de forma orgánica las citas a otras franquicias (esos guiños a Fast & Furious y a la saga de James Bond); conciliar de forma natural su condición de entrenamiento de masas con una vena política elegantísima y rica (la alegoría racial y el Movimiento por los Derechos Civiles se muestran aquí con diversas voces y no siempre coincidentes); apostar y generar interés por un reparto coral en el que, en realidad, solo hay un verdadero superhéroe; demostrar un gusto estético cuidado (la secuencia del travelling invertido para explicar un cambio de rol clave en la película y la buena planificación de las escenas de acción, que escapan del horror vacui); o, como decíamos antes, ir por libre en el MCU (casi no hay referencias al mismo), sin olvidar a la vez que se trata de una cinta de la Marvel (ese equilibrio es otro de sus aciertos).
Black Panther, como buen filme de aventuras de ley, es una historia de historias. Posee el sentido de la maravilla de Horizontes Perdidos de Frank Capra (ese África de fantasía que representa Wakanda), tiene un lado shakesperiano de crímenes, secretos y traiciones de familia, refleja un choque entre tradición y modernidad presente en los cómics originales, y maneja satisfactoriamente el humor festivo de los blockbusters (atención con Winston Duke y su M'Baku). Ahora bien, también se atreve con elementos de cosecha propia. A su ya citada naturaleza de alegoría racial en clave superherioca (algo casi inédito, es el Déjame salir del género) y de su homenaje fantastique a África (el continente que guarda el equivalente a la kryptonita de la Marvel y que da cobijo a una arcadia mitológica), hay que sumar la destacada presencia femenina en lo más alto del reparto. Los personajes de Lupita Nyong'o, Danai Gurira, Letitia Wright y Angela Bassett no solo son poderosísimos, sino que también se utilizan, en algunos casos, para romper estereotipos.
A favor: Andy Serkis sin careta y el África de fantasía que describe.
En contra: que una película como Black Panther haya tardado tanto en llegar.