Porque el mundo cuando es fantástico (y extraño) mola más
por Alejandro G.CalvoEl universo cinemático de Marvel sigue creciendo (a lo ancho y a lo largo). Tras el divertido disparo al aire que fue Ant-Man (2015) llega ahora la hora de presentar a los profanos al Maestro de las Artes Místicas, el Doctor Extraño. La historia en viñetas del Dr. Stephen Strange guarda grandes concomitancias con la de Tony Stark: tan rico e inteligente como arrogante y egoísta, acaba siendo víctima de su propio modus vivendi, estrellándose con su coche y destrozándose las manos con las que se ganaba la vida. El resto es historia de la cultura pop. Buscando sanarse (y encontrar cierto sentido a su vida) acabará aprendiendo magia en Nepal, lo que le llevará a convertirse en el hechicero supremo de la Tierra. Si bien durante buena parte de su existencia actuaba solo o ayudando puntualmente a otros superhéroes neoyorquinos -Spider-Man, Daredevil, los Cuatro Fantásticos-, fue tras Civil War que se uniría a los vengadores anti-registro, para convertirse en uno de los personajes más emblemáticos de Marvel (de hecho, ahora mismo, su línea de grapas a cargo de Jason Aaron y Chris Bachalo es de lo mejor de la casa).
Normal que su salto cine -especialmente en la primera parte de la obra- si recuerda a algo es, precisamente, a Iron Man (2008), un reflejo taxidérmico al que ayuda que Benedict Cumberbatch ande tan sobrado de mojo como Robert Downey Jr. (en su renacer marvelita) y lance sus punch-lines cómicas mejor que Ojo de Halcón sus flechas. Pero eso no es más que un entremés, la verdadera chicha de Doctor Strange se haya en su segunda mitad, cuando las leyes físicas se rinden a la hechicería y la película se convierte en una espiral de imágenes imposibles que evocan tanto a Matrix (1999) como a Origen (2010), con el añadido lúdico de ser capaz de jugar con el rewind y el flash-forward como si de un viejo VHS se tratara. Dicho de otra forma: si Capitán América (2011) es el thriller, Guardianes de la galaxia (2014) es la space-opera y Ant-Man es la comedia, Doctor Strange es puro fantástico (si alguien duda, que se lo pregunte a Josh Trank). Ya no sólo por que haya peleas a vida o muerte en el plano astral o porque la relatividad cuántica se dinamite a sí misma desde su epicentro, sino porque la propia acción dramática de la cinta está supeditada no a quién es el más fuerte sino a quién se desenvuelve mejor en la hechicería (hay momentos muy Tsui Hark en la cinta).
Obviamente el film de Scott Derrickson es un disfrute 100% Marvel. Y sólo por eso ya es digna de aplauso. Es decir, que no es esta la película que vaya a convencer a los escépticos de turno, pero sí la que hará las delicias de los que piensan que Capitán América: Civil War (2016) es uno de los mejores estrenos del año. Que Marvel sea capaz de seguir reformulándose manteniendo la base orgánica con la que orquestan todos sus proyectos es algo que, al menos a mí, me llena de asombro. Habrá que ver que nos trae el 2017 con Thor: Ragnarok y Guardianes de la Galaxia Vol. 2, pero visto lo visto pueden apostar que yo seré de los primeros haciendo cola para comprar la entrada.
A favor: El enfrentamiento final. Y no digo más.
En contra: Puede ser la película de Marvel con mejores intérpretes -Benedict Cumberbatch, Rachel McAdams, Mads Mikkelsen, Tilda Swinton- pero ¿con mejores interpretaciones?