La estudiante de filosofía Kathleen Conklin (Lily Taylor) es mordida por una mujer vampiro (Annabella Sciorra), lo que provoca cambios decisivos en su persona, convirtiéndose en una yonkie ávida de sangre para calmar la insaciable sed que la atenaza. Incapaz de rebelarse ante su nueva condición vital que la domina por completo, la desconcertada joven buscará comprender el auténtico alcance del fenómeno, al mismo tiempo que intervendrá en brutales masacres vampíricas de inadvertidos amigos y conocidos...
Un película que resulta algo pretenciosa, con aires europeos, intenta adaptar un poco ese estilo de Rossellini donde más allá de lo estético, busca que cada imagen sea un apoyo al subtexto compuesto por numerosas tesis filosóficas que van evolucionando a medida la obra corre.
Ninguna de esas ideas termina por ser universal, el mundo mostrado no termina siendo reflejo de esas ideas, excepto la idea central de la obra; el mundo ha caído subordinado a sus propios vicios.
La vampiro tiene un sed de sangre insaciable, la abstinencia la corroe y no puede controlarse. Una clara metáfora a la drogadiccion, la piedra angular del guion, el cual gira entorno a esta idea.
Lo dicho, se me hace un poco pretencioso que me vomite semejante tesis doctoral de filosofía cuando realmente lo único que afecta a la narrativa y el tema principal de la historia es que las drogas están mal, y que te pueden arruinar. Todo esto para presentarme a un personaje inocente que va decayendo en el vicio, corrompida por la maldad y en constante evolución hacia un relativismo moral que la deshiniba.
La dirección es bastante atípica, compuesta por un trabajo de cámara en ocasiones correcto y en otras con unos encuadres un poco fuera de lugar, con un blanco y negro que a veces hace homenaje a esas obras del expresionismo alemán de vampiros, donde las luces y sombras son fundamentales para retratar las emociones y devenires del subtexto. Es una obra con un montaje extraño, ya digo, me recuerda a ese vanguardismo de Rossellini, y a mi no me ha terminado de atrapar. Poca violencia pero con un final sangriento; por lo general mucha crudeza, hemofilia, sadismo y sensualidad. El ritmo es algo lento a veces, salvado en gran parte por un buen casting, Lili Taylor y Christopher Walken han llevado a sus hombros esta obra.
Para mi demasiada información muy condensada, muchas referencias a muchos filósofos como Nietzsche, Kierkegaard o Sartre. Un dolor de cabeza auténtico donde no sabes al final que has entendido más allá de que las drogas son malas. 5'2.