Manifiesto 'bromance'
por Nestor HidalgoNo es ningún secreto que todas las películas de la Nueva Comedia Americana y, especialmente, las vinculadas al director, guionista y productor Judd Apatow tratan la amistad masculina como una de sus mayores preocupaciones; al menos hasta que en 2011 llegó 'La boda de mi mejor amiga'. 'Te quiero, tío' hace de ese tema su núcleo absoluto, cogiendo la estructura formulaica típica de una comedia romántica mainstream (la pareja heterocentrada que decide casarse, pone fecha para la ceremonia y supera los obstáculos que surgen hasta ese día) y dándole la vuelta al hacer que el foco de conflicto esté en que el novio (Paul Rudd, tan brillante y mundano como siempre) no tenga amigos masculinos que puedan ejercer como padrino.
Hasta que Jason Segel llega a su vida. SI durante su primera parte 'Te quiero, tío' es una efectiva subversión de los clichés de las chick flicks más edulcoradas, en el momento en que el relajado, expansivo, fan de Rush y acaparador Sydney (Segel) entra en escena, la película de John Hamburg se repliega sobre sí misma y se dedica a explorar desde su génesis los matices de una relación de amistad en la era del peterpanismo y la reprobación masculina. El resultado es una comedia inteligente y genuina que se debe a los seres humanos que la habitan (es una gozada cómo cada personaje secundario recibe su tiempo) y sabe tomarse su tiempo para contar la historia sin caer en los excesos de minutaje que suelen acejar a las películas dirigidas por Judd Apatow.
A favor: El auténtico interés que hay por construir a los personajes e ubicarlos en un ambiente concreto que también forma parte de la historia. Maneras de buena escritura.
En contra: Que la indudable química entre los dos protagonistas distraiga sobre el trabajo de arquitectura narrativa que hay detrás.