En tiempos tan convulsos y conflictivos como los que todo ser humano vive en la actualidad, películas como “La ola” permiten observar cómo las posiciones extremas, o más bien, los fanatismos extremos pueden causar situaciones muy difíciles de corregir o más bien, de solucionar. Obviamente, cada uno es libre de “decidir” cual es su ideología política. Cualquier postura es legítima, por mucho que no nos guste una determinada postura política. Ante todo, ha de imperar la tolerancia y el respeto. Sin embrago, a veces, y desgraciadamente, cada vez más a menudo, eso no es así. Hoy la sociedad está polarizada entre la izquierda o la derecha. O al menos, así nos lo quiere hacer ver los medios de comunicación. Crispación, violencia, etc. El problema de todo ello es le adoctrinamiento que se pretende asentar en la sociedad por uno y otro bando.
“La ola” se centra en trazar la analogía de un grupo de un grupo de jóvenes con el nacimiento de los sistemas dictatoriales. Y a su vez, lo queramos o no, esta película permite trazar una analogía con la sociedad actual. Basado en hechos reales, la intención del profesor me parece sublime. El que un grupo de jóvenes, totalmente ignorantes de la realidad (porque eso ocurre en la adolescencia de la mayoría de las personas, salvo casos puntuales. De hecho, es durante la adolescencia donde el ser humano comienza a ser consciente de su entorno) sepan y conozcan los mecanismos de un sistema político que ha usurpado, en términos generales (siempre existe algún beneficiado), las libertades de su población. Pero ojo, también hay que saber destacar, en aquellos casos, hechos que han resultado beneficiosos para ese país.
Sé que esto último puede llegar a generar controversia. Lo acepto y soy consciente de ello. Ahora bien, y así lo ilustra muy bien “La ola”: de nada sirve conocer los mecanismos de uno u otro sistema político si uno no tiene el suficiente espíritu crítico para valorar pros y contras. Dichas carencias generan únicamente fanatismos, lo cual es un cáncer para la sociedad. Los fanáticos son manejables como un rebaño de ovejas. Aquellos con cierto sentido crítico es más complicado. ¿Cuántas personas siguen una determinada corriente por hechos absurdos (fanatismos)? ¿Cuántas de esas mismas personas, en el hipotético caso de preguntárseles acerca de una cuestión X afín a su ideología, sabrían de describirla y exponer sus beneficios para la sociedad?
En España, la ultraderecha (y la más moderada) crítica la llegada de inmigrantes, diciendo que quitan el trabajo “a los de aquí”. ¿Cuántas personas trabajarían de jornalero por cuatro duros durante una cantidad considerable de horas? ¿Saben que, de tener que ser despedido, va antes a la calle el inmigrante que “el de aquí? Lo mismo ocurre con la izquierda: atizan a las grandes fortunas alegando que no contribuyen al sistema fiscal como realmente deberían. Pero ¿acaso no hay empresarios que pagan los impuestos correspondientes? ¿Y los que, además, realizan labores filantrópicas? Obviamente, siempre se hace uso de esas excepciones que rompen la regla como armas políticas.
Llegados a este punto, la pregunta es obvia: ¿Y todo lo comentado hasta ahora que tiene que ver con “La ola”? En mi opinión, la película alemana, por encima de todo, me ha transmitido la necesidad de ser crítico, especialmente autocrítico. En esta película lo importante es el mensaje.
Técnicamente la película está bien: los actores están correctos y la puesta en escena es interesante (cámara en mano en las escenas fuera del instituto y sobre soporte que impida vibraciones, “más formal”, dentro del instituto) enfatizando que el espectador es otro alumno más del proyecto. Pero, repito, lo importante es el mensaje.
Para terminar, creo que a esta película le viene como anillo al dedo unos versos del poeta gallego, Lois Pereiro (por cierto, muy recomendable su breve obra):
Que a vida non me sorprenda xamais desprevenido, calado e neutral