Todo en Drive es diferente. Su puesta en escena, su desarrollo, sus personajes, su manera de transmitir emociones, sus diálogos, todo. Es un cúmulo de aciertos, una sorpresa que nos brindó el cine en formato de pequeña muñeca rusa. Como en esas figuras que dentro de cada una de ellas se esconde otra, Drive es sí misma una y mil películas a la vez. Cada capa que compone el onírico universo en el que se mueven todos los personajes se abre y deja ver uno nuevo, más profundo, más distante pero más cautivador. Todo en ella es hipnótico, amargo y decadente. Pero una vez vista por completo, el golpe en el estómago que nos ha producido comienza a convertirse en una sensación de paz y tranquilidad pues sabemos que tal vez, sólo tal vez, el conductor de Drive esté ahí fuera, recorriendo las calles a velocidad vertiginosa.
Ver Drive sin ninguna referencia o juicio de valor anterior es la mejor manera de enfrentarse a ella. A simple vista la sinopsis o trama es sencilla. Un conductor profesional de cine trabaja aparte llevando a criminales tras sus robos a un lugar seguro. Con esta premisa se nos presenta al protagonista, al que todos le llaman Conductor o Chico, es un total desconocido para todos. No conocemos su pasado pero intuimos que fue oscuro al igual que su presente. Vive en una casa sin muebles, carente de personalidad. Los únicos rasgos que le otorgan algo de aparente humanidad es su cazadora con un escorpión dibujado y las tibias sonrisas de amistad que regala al hijo de su vecina, de la cual se enamora en silencio.
No refleja emociones, ni cuando trata de mostrar su amor por la chica ni cuando aplasta con la bota la cabeza de un gangster hasta dejarla casi líquida delante de la misma chica. Su rostro no muestra odio, furia, temor, alivio o gratitud. Es una especie de samurai urbano que con un rígido código trabaja en un mundo oculto, entre coches, huidas y criminales. Él mismo es un criminal, pero con su actitud empatiza con el espectador de inmediato. Un outsider sin sitio en un mundo al que le gustaría pertenecer pero por un destino que quizás el mismo ha escrito nunca podrá alcanzar.
Drive tiene influencias o mejor dicho, nos recuerda estilos de cine muy diferentes. Tiene cierto toque de cine independiente que fluye por todo el metraje. No oculta su modestia en la puesta de escena, y al contrario de ser una carencia le otorga una sobriedad que la aleja del cine underground. También destila un tono de película europea, directa y sin pretensiones, que casi la oculta en un cine por momentos minimalista. Se podía decir que tanto el estilo como el personaje central beben de la esencia misma del cine de Sergio Leone a la hora de mostrar su mundo, como en la trilogía del Jinete sin Nombre que rodara el italiano en los 60. Hasta momentos David Lynch con escenas y personajes perturbadores o algo de los hermanos Cohen se puede llegar a vislumbrar a través de los minutos, se me hace muy corta, de la película. También se puede deber a que fue la primera vez que el director, Nicolas Winding, no escribía el guión de su propia película, sino que estaba basada en el estupendo libro de James Sallis, heredero de la mejor serie negra de los 50 actualizada a nuestros tiempos. Cuenta con unos soberbios villanos interpretados de manera dispar por Ron Perlman y Albert Brooks, que destilan pura maldad en apenas dos frases.
Los diálogos, casi inexistentes en comparación con una película del mismo estilo, dotan todavía más si cabe de un halo místico al film. Todo recae en la fuerza expresiva de Ryan Gosslin, que está sencillamente asombroso y genial, creando una actuación que puede enmarcarse entre las mejores de los últimos años. Concentrada, imprevista, desconcertante y directa, sin concesiones a la galería, sabiendo que tiene entre manos un personaje complejo que se mueve en un universo complejo y sin moralejas. Lástima que esa misma fuerza que refleja en este trabajo la haya trasladado de manera equivocada en la siguiente película que rodó con Winding Refn, 'Only Gog Forgives'.
El final, tanto en su forma de acabarlo como en sus consecuencias, es el broche de oro a una película fuera de lo común, que no puede calificarse entre otras. Nos deja con la duda, con incertidumbre ante un mañana, sin esperanza pero con un pequeño atisbo de supervivencia. Nos alejamos en el coche con su conductor, sin un rumbo, sin un futuro. Sólo con la única idea de seguir huyendo hacia adelante.
Sin duda alguna, es una de las mejores películas de la última década. Con el paso de los años se convertirá en película de culto y con el tiempo en un referente tanto por su forma de rodar una historia como por su impacto visual. Toda una lección de cine condensada en menos de 90 minutos. Otra cosa muy diferente fue la segunda colaboración entre Gosslin y Winding Refn, 'Only God Forgives'...todo un desacierto de propuesta y desarrollo.