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    Drive
    Críticas
    5,0
    Obra maestra
    Drive

    Mucho mojo

    por Alejandro G.Calvo

    Toneladas de estilo. Tanto, tanto, tanto, que acaba hasta dando rabia. Era de prever que, tarde o temprano, el talento como realizador del iconoclasta Nicolas Winding Refn acabaría estallando sin remisión; traicionando a los espectadores-Gollum que acariciábamos enloquecidamente sus pretéritas (y alucinantes) 'Pusher', 'Valhalla rising' y 'Bronson' (entre otras), para convertirse en uno de esos directores de primera línea del cinematógrafo, heredando un testigo que, partiendo de Raoul Walsh y John Huston y pasando por Paul Schrader y Walter Hill, le sería entregado en mano bien por James Gray, bien por Quentin Tarantino.

    Arranca bressoniana 'Drive', zafándose ya desde el principio de la mediocre homónima novela negra de la que parte –el veterano escritor James Sallis sigue cualitativamente muy alejado de sus referentes: Raymond Chandler, Elmore Leonard, Barry Gifford-, midiendo sus planos con temporizador, buscando la simetría estética entre la matemática huida por las calles de Los Angeles del coche que conduce Ryan Gosling (el héroe anónimo de la función, una mezcla chulesca de Alain Delon en 'El silencio de un hombre' y el Forrest Whitaker de 'Ghost Dog: El camino del samurái'; de hecho, con 'Drive', serían una perfecta trilogía sobre la aplicación del código Bushido en el occidente moderno) y la estilizada composición de planos cuya depuración narrativa poco tiene que envidiar al David Fincher de 'La red social'. Un cañonazo en toda regla que, para cuando entran los títulos de crédito –tremendamente ochenteros, con tipografía holografiada como si fuera un neón rosa fosforito, mientras suena la rompepistas "Nightcall" de Kavinsky-, ya ha dejado fundido al espectador, al que no le queda más remedio que quedarse relamiendo en la butaca a la espera de lo que todavía queda por ver.

    El resto: es Historia. Una película tremenda, segmentada en pequeñas dosis sincopadas de violencia y romanticismo, toda ella irremisiblemente abocada a un final presumiblemente trágico. Refn logra dotar a sus imágenes de una intensidad incendiaria e imperecedera, un milagro de la condensación emocional, capaz de concentrar en un solo gesto de un solo plano de una sola secuencia –algo tan sencillo como un beso en un ascensor- el verdadero sentido de la película, de todas las películas. Es puro cine: las imágenes de 'Drive' flotan, como en brumas, -suavemente mecidas una y otra vez por el corte de College "A real hero"-, de ahí esa sensación de que los personajes se mueven más lentos, de que se toman su tiempo para hablar, de que el mundo parece detenerse cuando la violencia –terrible, sangrienta, expeditiva- se hace presente, ya sea mediante un cañonazo en la cara de un gángster o rajando las venas del brazo de algún amigo. Una combinación, la de la máxima sensibilidad con la más extrema violencia, que en 'Drive' funciona como un cocktail perfecto, de una belleza muy pop y con una fluidez que hace parecer aburridas todas las películas de coches de los últimos diez años. Sin ningún tipo de duda, el título con más mojo de la temporada: ‘Drive' es la película ganadora de este final de 2011.

    A favor: La chaqueta de escorpión de Ryan Gosling (como metonimia del global de una película destinada a marcar época).

    En contra: Nada. Si alguien le pone pegas, es que está loco.

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