Pico de minero contra gafas 3D
por Nestor HidalgoCon esa extraña trilogía de un Drácula transplantado a nuestros días, que empezó en cines con 'Dracula 2000' (2000) y prosiguió en un hábitat más apropiado (el directo a vídeo), Patrick Lussier se postuló como uno de los cineastas de terror más gamberros de las nuevas incorporaciones al género (adiestrado por Wes Craven, por cierto). Pero no fue hasta la llegada de 'San Valentín sangriento 3D' y su lúdico uso de la nueva fiebre por la tecnología 3D, en ese momento en eclosión en Hollywood, cuando se pudieron comprobar su potencial e intenciones.
La película también se inscribe en una oleada de remakes de cine de terror de los 70 y 80; en este caso, el modelo es el slasher 'San Valentín sangriento' de 1981, dirigido por George Mihalka, que hizo por la festividad de los enamorados lo mismo que 'La noche de Halloween': convertirla en una ocasión para el asesinato de lúbricos jovencitos. La versión original ya fue notoria por sus grandes dosis de violencia, y Lussier no se corta ni un ápice en ese aspecto, beneficiado por el mayor impacto de la imagen tridimensional. Lo que sí hace es añadir mucha más sorna al body count provocado por un minero maníaco, haciendo de la narración una montaña rusa sangrienta en la que el desarrollo o implicación de los personajes es lo de menos. De ahí que la decisión de convertir el final en una serie de ditirámbicas revelaciones no haga sino dar un broche inapropiado a lo que, por otra parte, es un divertido espectáculo ultraviolento.
A favor: El uso lúdico y gore de la profundidad 3D.
En contra: El final no tiene pies ni cabeza.