Obsesiones lunares y cinematográficas
por Israel ParedesNo se puede negar la ambición como cineasta de Damien Chazelle. Tampoco su deseo expreso de dejar constancia en cada imagen de sus películas de su personalidad tras la cámara. First Man (El primer hombre), después del éxito y la trascendencia en diferentes ámbitos de La ciudad de las estrellas (La la land), supone un alejamiento considerable, no solo en cuestiones de género cinematográfico, también a nivel expresivo, argumental y discursivo. En este sentido, tampoco se puede acusar al cineasta de comodidad tras el éxito y sí de buscar otras derivas creativas, de seguir indagando en la imagen dentro de unos parámetros muy personales que dejan habida cuenta de esa conciencia autoral por parte de Chazelle, a la par que su creencia en la imagen como vehículo narrativo.
En First Man (El primer hombre), a partir del guion de Josh Singer adaptando el libro de James R. Hansen, se centra el período entre 1961 y 1969 en la vida de Neil Armstrong (Ryan Gosling), el que va desde la pérdida de su hija por un tumor cerebral a la llegada a la Luna. Las primeras imágenes dejan constancia de algunos elementos estilísticos de Chazelle en busca de una épica íntima, personal, negando en muchos casos la mirada panorámica y acercándose a los personajes –a sus rostros- para conformar un espectáculo épico que no niega el contexto, ni incluso la crítica, a ciertos elementos relacionados con la carrera espacial norteamericana y el momento de crisis social del país en diferentes aspectos, pero que tiene más interés en el proceso personal de Armstrong en conseguir el objetivo de llegar a la Luna de una manera catártica, como superación de un dolor y del trauma. Objetivo, por otro lado, tan desmesurado si se quiere como la propia carrera espacial, relación entre ambos aspectos que First Man (El primer hombre) muestra quizá de manera más sutil y tangencial que desarrollada (apuntes a través de la televisión o como ese momento con la canción Whitey on the Moon de Gil Scott-Heron que resulta enfática, aunque funciona a la perfección). No hay en First Man (El primer hombre) deseo, o no del todo, de conducir el relato por la revisión histórica, no al menos de manera amplia, ni mucho menos de conformar una narración altiva sobre la carrera espacial. Todo lo contrario, resulta ahogada y fría al respecto, más interesada en situar a Armstrong en su periplo personal e íntimo y, en última instancia, familiar, con la tensión en aumento en su relación matrimonial con Janet (Claire Foy).
Con un montaje que hace gran hincapié en la relación imagen y música, terreno predilecto de exploración hasta el momento de Chazelle, la película busca conformar un espacio cinematográfico inmersivo asentado en un ritmo pausado, quizá en exceso, pero que, desde luego, contraviene modos actuales del relato, no tanto por asentarse en modos del pasado como de jugar con las formas del docudrama, creando fuertes contrastes tonales entre momentos de pausa, cotidianos, con aquellos relacionados con los astronautas, y con Armstrong en particular, en su misión lunar. La ambición de Chazelle al respecto quizá se da de bruces con cierto distanciamiento para entregar un melodrama, en última instancia, ahogado y frío, pero que funciona en su pulsión y tensión interna, y que lo hace mejor cuando al acercamiento a Armstrong se refiere, quizá porque el director, a pesar de basarse de un guion ajeno, lo cual nos hace entender que la lectura del personaje parte más del guionista, se identifica, no tanto comparte, con la obsesión de Armstrong. En este sentido, el astronauta deviene en perfecto personaje en la por ahora breve filmografía de Chazelle, en su pulsión entre motivaciones personales y la realidad que lo rodea: las imágenes lunares, las cuales debido al formato IMAX abandonan el granulado de la fotografía, así lo evidencia: Armstrong, a pesar de estar haciendo historia, piensa en su misión, en aquello que le ha llevado allí. Chazelle muestra los reflejos en su casco, poniendo de relieve la casi anulación personal que lo ha conducido hasta allí; pero también su éxito por encima de cualquier consideración, logrando finalmente una doble liberación, la personal y, como muestra las últimas imágenes, la de su mujer, Janet, quien quizá comprende, finalmente, aquello que movía a su marido. First Man (El primer hombre) puede ser irregular, puede resultar algo fría, pero desde luego posee un gran sentido de la imagen cinematográfica y regala momentos de gran cine, siempre con la carga de un cineasta cuyo talento es, a la par, su gran virtud y su gran defecto.