Muy buena película en la que Mel Gibson vuelve a ser la estrella y vuelve a demostrar que es, a mi parecer, un buen actor, en muchas ocasiones infravalorado. Por ejemplo, te impacta el momento en el que descubres sus llantos al principio de la película, realmente es una secuencia que te pone los pelos de punta, y el mérito, creo que es exclusivamente suyo. Aun estando ya bastante mayor (después de estar varios años sin verle se le nota el envejecimiento más aún) todavíaa logra transmitir esa sensacion de padre duro que le dio la fama. Aunque la trama sea predecible y no dé mucho de sí, ver de nuevo a este pedazo de intérprete en pantalla grande merece la pena.