Crítica de SensaCine.com para El retrato de Dorian Gray: Un Oscar Wilde contemporáneo y caduco

¿Es posible convertir la obra provocadora e intemporal de Oscar Wilde en un divertimento caduco? El director Oliver Parker lleva años empeñado en demostrarlo. Así, después de opacar títulos como ‘Un marido ideal' (1999) o ‘La importancia de llamarse Ernesto' (2002), el realizador británico extiende sus tentáculos sobre ‘El retrato de Dorian Gray', la apoteósica novela gótica en la que Wilde expuso su corrosiva apreciación del narcisismo y el hedonismo. Por desgracia, en la película de Parker, las deliciosas contradicciones y los serpenteantes vericuetos de la novela son sustituidos por un cuento de terror simplista protagonizado por monstruos y fantasmas grotescos.

En un esfuerzo por dotar a la cinta de una cierta aura contemporánea, se saca a relucir el trasfondo homoerótico de la novela y se acentúan sus componentes fantásticos —al tiempo que se incorporan personajes como el ancestro maltratador de Dorian o la hija de Lord Henry—, pero en lugar de insuflar nueva vida al relato, lo que consigue Parker es higienizar y neutralizar la irreverencia e incorrección del original.

A favor: La cínica petulancia de Colin Firth, que consigue esquivar el histrionismo en su florida aproximación a la figura del dandy.

En contra: La pirotécnica y efectista propuesta estética.