Hay un asesino en serie en Detroit que está matando a monjas y sacerdotes cada viernes y deja junto a todos los cadáveres un rosario negro como testimonio de que es siempre la misma persona la que los comete. Su osadía llega al extremo de confesarse a un sacerdote, el Padre Bob Koesler, al que confiesa cada uno de sus crímenes, pero el secreto de confesión impide que revele el nombre del asesino a la policía, que intenta descubrir la identidad de éste antes de que mate a más miembros de la iglesia católica.
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