Celda 211, a saber, drama de subgénero carcelario dirigida por Daniel Monzón.
Juan (Alberto Ammann), es un joven funcionario de prisiones que el día anterior a su primera jornada de trabajo, hace una visita a la cárcel de Zamora. Allí, sus futuros compañeros le van enseñando la prisión. Sin embargo, todo se tuerce y Juan se ve en medio de un motín liderado por un carismático preso, Mala Madre, y accidentalmente se queda atrapado junto al resto de presos, desconocedores de su verdadera identidad, con esto encima, debe sobrevivir.
Hasta aquí, una película distinta, que promete y posiblemente sea la pesadilla inconsciente de algún funcionario.
La ambientación está conseguida, Antonio Resines no cuadra muy bien en su papel de guardia violento y desde el otro lado, mención especial a los presos etarras que también quedan afectados por la vorágine. Carlos Bardem hace un papel fantástico como sicario colombiano y el protagonista no acaba de calar porque no consigue transmitir ambigüedad al personaje que debe mentir para sobrevivir. Lo que no quiere decir que no lo haya hecho bien, es un papel díficil.
Y de repente, sorpresa, toda la base que se ha estado gestando con un suspense bien conseguido y algún giro de humor, el guión da unos giros absurdos y es donde la película se va al garete, posiblemente porque a los autores el traje les queda grande.
Parece como si no supieran qué hacer con la trama habilmente construída la primera parte y se desinfla por momentos.
No es una película excelente, pero para pasar un buen rato sin muchas pretensiones, es perfecta. Siempre nos quedará la voz del gran Luis Tósar (unos de los pocos que hacen un buen trabajo de interpretación), que al fin y al cabo es de lo que habla la gente cuando te pregunta si la has visto.