La película trata de la audaz iniciativa de un municipio de Gard, Barjac, en el que se decide introducir alimentos ecológicos en el comedor de la escuela de la aldea. El realizador pinta un cuadro en el que describe la tragedia medioambiental que amenaza a las generaciones más jóvenes: el envenenamiento de los campos como consecuencia de los fertilizantes y plaguicidas químicos (en Francia, 76.000 toneladas anuales de vertidos químicos en total) y los daños que ello supone para la salud pública.
El mensaje que transmite esta cinta es el de que no debemos limitarnos dejar pasar la devastación, sino que hay que encontrar todos los medios posibles para evolucionar, para que mañana los niños no nos acusen.