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    Venom
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Venom

    El comienzo de una hermosa amistad

    por Alberto Corona

    No bien comenzando el verano de 2007, los seguidores de Spider-Man tuvimos que afrontar el momento más traumático del personaje. Sucedía en la tercera película dirigida por Sam Raimi, la cual lidiaba tanto con la presión de dar un final a la altura de la trilogía —en especial tras una segunda entrega con Alfred Molina que había destrozado todas las expectativas— como de introducir satisfactoriamente al personaje de Venom/Eddie Brock, uno de los más carismáticos enemigos del trepamuros dentro de un catálogo no precisamente falto de ellos. El simbionte había sido considerado convencionalmente como el “lado oscuro” de nuestro amistoso vecino, debido sobre todo al estrecho vínculo que le unía a éste — no tanto porque Brock trabajara en el mismo periódico que Peter Parker como porque, minutos antes de poseer al primero, este ser extraterrestre ya había experimentado con los más bajos instintos de Spider-Man—, y por eso lo que hizo Sam Raimi con esa película fue una vergüenza. En lugar de ver a un héroe cuestionando sus principios y métodos, tuvimos a Tobey Maguire bailando sobre las mesas de clubs de jazz y dejándose caer el flequillo sobre un ojo, y claro, como que todo era bastante decepcionante; sobre todo porque nadie se había imaginado que algo así tuviera que ser divertido. Ahora ya estamos sobre aviso.

    Es por eso quizá por lo que Venom, más de diez años después y sin Spider-Man de por medio, dista de ser el estrepitoso fracaso que tantos nos veíamos venir. El hecho de que Spider-Man 3 se hubiera estrenado un año antes de la exitosísima El caballero oscuro, comúnmente considerada como el punto de ebullición para los superhéroes atormentados, podría haber introducido en la mente de los productores la idea de que era necesario un prisma similar para tratar el simbionte, pero el paso del tiempo parece no haber modificado para nada el modo de pensar de Avi Arad, productor tanto de la tercera película del trepamuros como de Venom. Acaso porque los vientos hayan cambiado y el tono ominoso parezca ser ya más propio de películas del Universo de DC o de fracasos anteriores de la propia Sony —el influjo del último fiasco de 4 Fantásticos es más pronunciado de lo que parece—, la gente tras este proyecto ha preferido seguir pensando que hay que tomarse a coña al álter ego de Eddie Brock, y ha puesto en pie una pequeña rareza que, efectivamente, parece haberse escapado de las carteleras del propio 2007. O incluso de antes.

    Hay numerosas pistas de que esta Venom no sabe muy bien en qué año vive, al margen de la propia inoportunidad de su existencia —con la actual versión de Spider-Man yendo al instituto y otra en ciernes hablando abiertamente de diversos trepamuros en diversos universos paralelos— o de lo intolerable de su CGI patatero. Algunas de éstas son el simplón retrato de la profesión periodística, la escasa convicción con la que se dibuja al villano megalómano de turno —con Riz Ahmed balbuceando discursos atropellados e incoherentes— o, sobre todo, el planteamiento de sus escenas de acción: hay una secuencia de persecución, en concreto, donde no es sólo que no se vea nada o se revelen explícitamente las discretas habilidades de Ruben Fleischer, sino que además la utilización de las pendientes de las calles de San Francisco y la excesiva cámara lenta subrayan como pocas cosas el carácter trasnochado del film. Vamos, que sólo falta que aparezcan palomas.

    Y, no obstante, es una película simpática. Cómo no serlo, con tantos buenos actores embarcados en un simulacro de guión que no tiene absolutamente nada que ofrecerles —lo de Michelle Williams es particularmente glorioso, pero al menos el cheque ganado le habrá servido como revancha tras el escándalo de Todo el dinero del mundo—, tanta violencia ridículamente rebajada para quedarse en el PG-13, y tanta inteligencia en destacar lo único realmente importante, como es la particular relación entre Eddie y el simbionte. Todas sus escenas son divertidísimas incluso más allá de que Tom Hardy llegado un momento pase de todo y ofrezca un recital de gloriosa sobreactuación, y le otorgan a la película un tono muy fresco y único cuyo precedente más claro, en efecto, es el segmento de Spider-Man 3 dedicado al Peter Parker malvado. La primera y visionaria película en entender que, al fin y al cabo, Venom es un tipo cachas venido del espacio que sólo piensa en comer, y tiene colmillos, y una lengua muy larga. Con esos precedentes, si a alguien le molesta una escena en la que el simbionte se introduce dentro de un perrito, la culpa es de él, no de la película.

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