Rozando la brillantez, Guadagnino se transforma en Gaspar Noé y Darren Aronofsky en una erizante interpretación estrictamente perturbadora del clásico giallo.
El “Suspiria” del maestro del giallo italiano Dario Argento es una pieza de arte, visualmente hablando. Lanzada en 1977, la obra más reconocida y expresiva del realizador de “Deep Red” es ambrosia para ojos y oídos, con una puesta en escena, cinematografía y banda sonora tan arriesgadas como fascinantes que conjuraban un filme de horror que aterraba más con imágenes que con palabras. En el momento, sorprendió oír que un remake de dicha obra, tan teatral y personal, estaba en camino. Se agudizaba la respuesta entonces cuando surgían rápidamente los nombres de los responsables frente y detrás de las cámaras. Respiren tranquilos, el nuevo “Suspiria” es pura atmosfera, austeridad y shock. Aun si el propio Argento considera que “traicionó el espíritu de la original,” es una de las pocas excepcionales rebanas de horror slow-burning que es tan estética como visceral, tan inspiradora y potente como para cimentarse como una polarizante obra maestra moderna.
Extrañísimo avance el del italiano Luca Guadagnino, quien tras el extraordinario drama ganador del Oscar “Call Me by Your Name,” decidió tocar a la puerta de Amazon Studios buscando embarcarse en una cinta de horror, específicamente en una versión inédita de una pieza grandiosa considerada por muchos como un clásico. Guadagnino encuentra en su más arriesgada propuesta una conexión verdaderamente personal, un envolvimiento más profundo que cobra sentido al examinar el giro y enfoque radicales que el cineasta ha imprimido sobre la historia. David Kajganich, el guionista, mantiene la columna vertebral casi intacta, por lo menos hasta inicio de segundo acto, en donde director y guionista optan por pisan el acelerador en cuanto a complejidad y entresijos. Esta nueva visión termina entregando entonces una obra casi independiente que usa una marca ya registrada solo como base, para luego erigir toda una fortaleza, una severamente oscura, estresante y enigmática.
Valiente todo aquel que ingrese al cine— consciente — para ser enterrado vivo durante 152 minutos en una ficción opresiva que se siente como un experimento cinematográfico con presupuesto mediano que te pondrá a prueba con la primera y más dolorosa gran secuencia. Aceptas, te adaptas y estas dentro; te rehúsas y te aseguro que sufrirás más que los desafortunados “inocentes” de esta pesadilla salvajemente hermosa.
Asentada en la metrópolis alemana, el mismo año en que se estrenó la película original, Chloë Grace Moretz y Lutz Ebersdorf— he aquí una enorme sorpresa escondida bajo prótesis fáciles y genitales y un inimaginable maquillaje— abren presentando los esenciales para re-sumergirnos en la trama con un background helado y pesimista. Entra Dakota Johnson, interpretando al personaje de Jessica Harper— quien regresa en un pequeño rol, —Susie Bannion, una bailarina de ballet americana que, al ser transferida, ejecuta una audición para entrar al mismísimo infierno. Evadiendo a toda costa terreno de spoilers, si eres de los pocos que han visto la cinta de 1977 y esperas una adaptación al pie de la letra, estarás rotundamente decepcionado mucho antes de la primera hora. Advierte, desde los primeros instantes, que no será un viaje fácil— en mi caso, 7 walkouts, — pues esta es una re-imaginación que te tiene garantizadas perversas sorpresas que compensaran tu lealtad y paciencia; “Suspiria” pertenece, a sudor propio, a ese polémico nuevo termino: “elevated horror”.
El guion del estadounidense David Kajganich— quien vuelve a unir fuerzas con el director tras “A Bigger Splash” —es como caminar descalzo sobre brasas, cada pisada es un reto más que te empuja a seguir adelante. La premisa central en si misma ya es más que atractiva: Prestigiosa compañía de danza, profecías, sacrificios, jerarquías, secretos y un aquelarre de brujas. Sin embargo, Kajganich complejiza las relaciones, deja abiertas situaciones metafóricas y, si bien no hace de los personajes seres humanos, los vuelve más asertivos para mantener enganchado al espectador. De los seis capítulos y el epilogo en los que se divide el filme— con cabeceras tan precisas que ridículamente significan cada división de más de 20 minutos, — tres aun no salen de mi cabeza, y aunque el cierre sea el que más perjudica a su estatus de posible clásico moderno, cada capítulo es potenciado al máximo por una magnánima Tilda Swinton y una resurgente Dakota Johnson.
A día de hoy, ya es tradición que de alguno de los festivales provenga un filme que signifique una experiencia inolvidable, cualesquiera que sean las razones. Generalmente, transitan vías similares: la explicitud de la violencia que opere en, por lo mínimo, una secuencia que haga revolcar e incluso levantar a muchos de sus asientos; el tratamiento sin tapujos de alguna materia delicada; el convertir al espectador en un masoquista o un voyerista, — eso, y obtener unos de los más bajos puntajes en CinemaScore®. Dos años atrás, Darren Aronofsky se adueñó de esa posición con “mother!”, una polifacética obra maestra de metáforas bíblicas y ambientales. 2018 fue un año de interesante competición con “Annihilation” y “'The House That Jack Built” peleándose por la etiqueta. Todo apuntaba a que “Hereditary” iba a ser la vencedora, pero en septiembre Amazon disparó en Venecia, obteniendo statim el trofeo.
La imaginaría aquí, poetizada por la gloriosa cinematografía de Sayombhu Mukdeeprom— Academia, cruel omisión, —es indeleble, portentosa y primitivamente aterradora. Dentro de las paredes de la academia de danza Tanz se da la vida por el arte, bailarinas que se resguardan de la fuerte tormenta política y social, dispuestas a descender en este infernal espiral; todo, por la danza. Virando gradualmente en una escala de grises y marrones más que opresivos, el filme mantiene su tono hasta entrar en la pesadilla final, en donde reemplaza visiones, secuencias de baile, ensayos y desconcertantes desarrollos por una lenta revelación escarlata. Ocultismo, hechicería y despertar se vuelven carne en unos veinte minutos que, tenlo por seguro, engendraran noches sin dormir. La edición de Walter Fasano es igualmente loable, adecuándose a la profusa narrativa que no da respiro para dejarte fascinando.
No hay lugar para la duda: lo que Guadagnino y todo su talentoso equipo han concebido es un logro con letras mayúsculas. Cinematográficamente, el filme es cátedra fundamental sobre cómo presentar innovadoramente un punto de vista, sin importar que tan descabellado sea lo que esté en tu cabeza. Para ejemplificar la armoniosa comunión entre la excelente edición de sonido, el virtuoso score de Thom Yorke, la cinematografía, el diseño de producción, las actuaciones y la coreografía misma está la secuencia por la que, todos aquellos que ya han tenido la dicha de vivir la experiencia, la recordaran; sencillamente brutal la masoquista rutina de iniciación que este nuevo clásico artístico nos ofrece, una que no es para todo el mundo. La angulación y el enfoque son tan extraños e innaturales como íntimos y depredatorios; los movimientos de cámara, particularmente en las sesiones de entrenamiento, son brillantes y acertados, pasivos o agresivos según la necesidad, orquestando un vaivén que nunca llega a ser fatigoso. Deja atrás el escepticismo y la apatía, calienta y a moverse.
“Suspiria” de Luca Guadagnino conjura a fuego lento un chiller abrasador, inesperadamente político y obsesionantemente perturbador. Claramente el proyecto más personal para el autor, esta interpretación independiente del clásico giallo de Dario Argento es, por resumirlo de alguna manera, como sí un aquelarre de brujas protagonizaran “Black Swan” y “mother!”. Inolvidable hasta los tuétanos, esta magistral nueva toma dentro de la academia de danza Tanz valora y respeta su legado, mientras al mismo tiempo, lleva a lugares más oscuros y aterradores a la original, componiendo así una experiencia como ninguna otra.