Película realizada, en exclusiva, para lucimiento y ocupación de Michael Douglas quien, por mucho que se rodee de amigos, se pierde en las manos de un personaje que apenas transmite afinidad ni interés en el espectador. Aún reconociendo la gran actuación de dicho actor, cuyo papel interpretado se refleja en su persona como una segunda piel, el guión elaborado se pierde por el camino debido a sus múltiples y continuadas idas y vueltas, inconsistencias en un mensaje que, desde el principio, queda claro y conciso pero que no logra despertar ningún sentimiento de emoción, de algún tipo de atracción o sugestión que permita al público interesarse mínimamente por él; un descuido caro y peligroso que acaba estropeando todo su visionado y que sale caro para el asistente. Sentencias y diálogos de enseñanza, de profesor de la vida, conocedor del ser humano que transmite crueles verdades lo solicites o no que no logran hacer calado, fondo sino todo lo contrario, aburren y cansan debido a la falta de conexión y enlace con cualquier individuo que no sea el propio intérprete. Lo que no se explica es, un papel tan sugestivo y coherente, extraviado por una falta de dirección, incapacidad en su correcta elaboración a la hora de ser presentado. Brian Koppelman, director y guionista; los dos elementos que fallan.