"Prometheus" es una interesante precuela/spin off del clásico “Alien” y destacable regreso del gran Ridley Scott a la franquicia (1979-2017). Año 2089. Los arqueólogos Elizabeth Shaw y Charlie Holloway descubren un mapa estelar en escrituras de varias civilizaciones antiguas, aparentemente sin contacto entre ellas. Este descubrimiento sugiere la posibilidad de identificar a una raza alienígena cuya ingeniería habría creado a la especie humana. Para ello, lograrán el patrocinio de Peter Weyland, el anciano fundador y dueño de la Corporación Weyland, para utilizar la nave científica Prometheus y encontrar respuestas en la luna LV-223. De esta forma, Scott propuso explorar los orígenes del “Space Jockey”, entidad alienígena de origen desconocido que había tenido una breve aparición en “Alien” (1979). En la primera entrega de la franquicia esta enorme criatura de aspecto humanoide aparecía como un piloto fallecido en una nave espacial abandonada, dejando tras sí una gran cantidad de preguntas sin respuestas, suspicacias y conjeturas no sólo respecto a su abrupta muerte, sino principalmente su evidente relación con nosotros. Ambientando la historia 30 años antes de los hechos de “Alien”, Scott descartaría la aparición de la teniente Ripley y, por tanto, de Sigourney Weaver, para explorar la naturaleza y el origen de una civilización alienígena ficticia a la cual pertenecía este “Space Jockey” y a la cual le otorgaba un rol fundamental en los orígenes genéticos de nuestra especie.
Todos estos conceptos fueron recogidos por los guionistas Jon Spaith y Damon Lindelof que siguiendo la estructura de “Alien” presentaron a un grupo de viajeros, pero esta vez científicos con una protagonista femenina como heroína, además de otros arcos narrativos relacionados a las Weyland Industries antes de su fusión con Yutani Corporation, al sistema planetario original Zeta II Reticuli y aplicaciones tecnológicas coherentemente factibles con la historia que permitieran viajes por el espacio. Sin embargo, Scott se enfocó en su origen como arma biológica para limpiar planetas de formas de vida desagradables o de plano para exterminar a los humanos por algún motivo desconocido. La arriesgada propuesta del director, terminaría por ser recibida, de forma un poco antojadiza por la mayoría de los fanáticos de la franquicia, que esperaban en cierta forma un reboot o reinterpretación de la trama de “Alien” o una conexión más directa con este clásico de ciencia ficción. El protagonismo que toman ciertas temáticas como centrarse en los ingenieros, su hipotético rol en el origen de nuestra especie y la creación de las aberrantes y letales criaturas alienígenas que protagonizan las primeras cuatro entregas de la franquicia definitivamente se apartan de los cánones narrativos de la franquicia. Es indudable que esta premisa comparte varios elementos narrativos con los replicantes y su visión destructiva de la especie humana en un futuro distópico que ya vimos en “Blade Runner” y que discuten cómo podríamos estar amenazados y ser destruidos paradójica y potencialmente por algunas de nuestras máquinas o creaciones tecnológicas.
Otro interesante punto desde una perspectiva narrativa es la identificación de los antagonistas en la trama. El director no sólo se da maña de recrear ambientaciones claustrofóbicas, inquietantes y sugerentes, sino que sugiere el terror que supone darnos cuenta de dónde realmente provenimos, y que finalmente nuestros creadores buscan destruirnos. En el film, los villanos, de hecho, no están bien definidos, hay que aclararlo, y el espectador es quien debe definir quien realmente lo es según sus intereses y objetivos. Puede ser Peter Weyland, el millonario dueño de Weyland Corp, buscando la cura para su enfermedad y la vida eterna a cuesta de la ciencia y sus víctimas. Puede ser Meredith Vickers, movida por su rudeza y egoísmo, actitud antipática y cero compañerismo y humanidad. Puede ser la excesiva ingenuidad y confianza que depositamos en las máquinas inteligentes que hemos creado. Juzguen ustedes mismo. No obstante, para el espectacular diseño de la nave Prometheus, Max investigó los diseños de naves espaciales de la NASA y la Agencia Espacial Europea, a los cuales sumó sus propias ideas. El interior del Prometheus se construyó a través de una estructura de dos niveles, con estructuras a modo de parabrisas envolventes. Tanto el garage como los vehículos terrestres para la exploración, de marcado diseño futurista y vanguardista, tomaron casi un año en construirse. Asimismos, los espectaculares escenarios alienígenas incluyeron una gran estructura piramidal con cámaras, pasillos y túneles tan grandes que, en una secuencia, el equipo técnico se perdió en su interior.
Las actuaciones son correctas, el film cuenta con un interesante reparto. Destaca principalmente un inspirado Michael Fassbender personificando al androide David, personaje inspirado en los replicantes de “Blade Runner”. También encontramos a la ganadora del Oscar Charlize Theron como Meredith Vickers, fría encargada civil de la expedición como el más indolente de los androides, a pesar de ser humana. Idris Elba encarna a Janek, capitán de Prometheus que pone el infaltable toque heroico. Y por supuesto, Noomi Rapace como la arqueóloga Elizabeth Shaw, que no sucumbe a la sombra de Sigourney Weaver, porque se desmarca de Ripley y propone otro personaje femenino de fuerte carácter, pero con el plus de ser una científica que lejos de escapar, pretender perseguir y conocer la verdad. Guy Pearce es el magnate Peter Weyland y Logan Marshall-Green como Charlie Holloway también incluyeron el elenco.
En definitiva, una interesante y sólida incursión de Ridley Scott, que expande el universo de la franquicia hacia derroteros mucho más filosóficos y existencialistas que los terroríficos y conspiranoides que sustentaron las cuatro primeras entregas, destacando por su innegable y sobrecogedor impacto visual y por plantear más preguntas que respuestas.