Baz Luhrmann vuelve para dirigir un proyecto de dimensiones colosales, esta vez encargado de dar vida a 'El Gran Gatsby', la novela más celebérrima de F. Scott Fitzgerald. Relata los pasos del aspirante a escritor Nick Carraway (Tobey Maguire) en su viaje desde el Medio Oeste de Estados Unidos a Nueva York, en la primavera de 1922- una época de moral ligera, jazz deslumbrante, grandes reyes del contrabando y una Bolsa en meteórico ascenso. Nick, en busca de su propio sueño americano, vive al lado de un misterioso y vividor millonario, Jay Gatsby (DiCaprio), justo al otro lado de la bahía donde viven su prima Daisy (Carey Mulligan) y su aristocrático y mujeriego marido, Tom Buchanan (Joel Edgerton). Así es como Nick se ve inmerso en un cautivador mundo de multimillonarios, incluyendo sus ilusiones, amores y engaños. A la vez que Nick es testigo de este mundo, tanto tomando parte de él como siendo mero observador, escribe una historia de amor imposible, de sueños incorruptibles y una gran tragedia, reflejo de nuestro mundo actual y sus desafíos.
Esta vez, decide trasladarnos a la Nueva York de los años 20 repitiendo el modelo Moulin Rouge! (2001), mostrándonos toda una suerte de excesos, apabullando al espectador entre movimientos de cámara, un lenguaje visual exhibicionista y fiestas cargadas de derroche, alcohol y música electro. Un celofán recargado y preciosista muy a lo Luhrmann. El problema nace cuando la película tiene que dejar de un lado las fiestas ideadas por la mente maravillosa de Jay Gatsby, para centrarse en la historia. Y es que parece que el australiano a preferido centrar su esfuerzo en el apartado visual, más que en dar verdadera profundidad a la historia y a sus personajes, a pesar del esfuerzo de Leonardo DiCaprio y Carey Mulligan, que están fantásticos. Seguramente Baz, se sintiera atraído por la obra al imaginar su particular recreación del mundo de Gatsby y las cosas maravillosas que podía hacer en ella, pero no se puede dejar de un lado el intimismo y el espíritu de la obra, en pro de la cáscara.
Es imperdonable poner en segundo plano el fondo de la novela. El sueño americano hecho realidad, y sus trágicas consecuencias. La historia de un hombre de origen humilde, que siempre había soñado con llegar a lo más alto, al que se le prohíbe la relación con el amor de su vida por su condición, y que hace todo lo necesario por conseguirlo. Una verdadera historia de amor, que se asemeja más al ''Vámonos'' de José Alfredo Jiménez, que al ''No church in the wild'' de Jay-Z:
Vámonos, donde nadie nos juzgue
donde nadie nos diga
que hacemos mal
Vámonos alejados del mundo
donde no haya justicia
ni leyes ni nada
nomás nuestro amor
Una película sobresaliente en cualquiera de sus apartados técnicos, pero que no ha sabido encontrar el equilibrio con el desarrollo de la historia.
Por No es País para Críticos.